Yo, sir Galahad, dedico este trabajo a Cynthia, Henry y Frank, caballeros del Grial.
A comienzos del año 2013 subí a este blog el artículo Cuba y los hijos que nadie quiere. La música medieval en el laberinto. A la mitad del mismo año recibí el primer comentario. Un año y medio después, el 22 de julio del 2014, recibí el segundo comentario, procedente de Susana de la Cruz, flautista del ensemble Ars Longa de Música Antigua. Un día después, recibí el tercer comentario, proveniente de la señora Teresa Paz, directora del ensemble antes mencionado. Me honra que tras un silencio tan largo, hayan irrumpido casi de la mano dos miembros de esa agrupación musical tan prestigiosa en nuestro país, y se me ocurre que si el doctor Jung estuviera entre nosotros, de inmediato habría traído a colación su célebre historia del escarabajo dorado y su teoría de la simpatía universal, que la gente común llama causalidad y los sabios, en los últimos tiempos, efecto mariposa. Los tres fenómenos no guardan entre sí una exacta equivalencia, pero están relacionados y son efectos colaterales de la misma Ley. En todo caso, tienen en común la negación de la casualidad.
Como el tema presenta cierta complejidad, voy a estructurar el material para conseguir el mayor orden posible en las ideas. Ofrezco excusas a los lectores si el resultado tendrá una estructura propia de los textos de academia, y hasta un poco de la tediosa densidad que los caracteriza. Trataré de colocar algunas bellas imágenes para amortiguar el posible aburrimiento. Es todo lo que puedo hacer, me temo.
Comienzo antes del comienzo
Como amante de la música antigua y como periodista, he seguido al conjunto Ars Longa prácticamente desde sus inicios. Soy medievalista, y descubrir la existencia en La Habana de aquel grupo de jóvenes que hacían música medieval y declamaban textos medievales con trajes de época, en escenarios sugestivos iluminados por cirios, que danzaban y hacían sus espectáculos montándolos sobre estructuras teatrales propias del Medioevo, fue uno de esos acontecimientos que marcan definitivamente la vida. Asistí a un concierto del Conjunto por primera vez en 1994, y desde entonces los he admirado, he disfrutado su arte, escrito sobre ellos y tenido en muy alta estima la labor musical que la señora Teresa Paz y sus músicos han llevado a cabo. En ese sentido, el mérito del ensemble y de su directora es indiscutible. Merecen todo el respeto del público, especialista o no, por su disciplina, su rigor y su sensibilidad artística, por su constancia en el trabajo investigativo, por la formación de sus integrantes, etc. No me atrae el barroco, pero lo que acabo de escribir aplica también para ese género de música que terminó por absorber toda la línea de trabajo del grupo. Una vez aclarada mi posición como profesional y como artista, paso a lo que sigue.
Comienzo
Corría el año 2011 cuando llevé a mi hija, entonces estudiante de canto, a la sede de Ars Longa en el edificio de San Gerónimo, en la calle del Obispo. La señora Paz tuvo entonces la gentileza de sugerirle que aprendiera a tocar algún instrumento antiguo para que pudiera acompañarse en el canto; le mostró el instrumentarium del grupo y mi hija, sin dudar, eligió el arpa. La señora Paz tuvo también la gentileza de admitir a mi hija en los talleres de instrumentos antiguos que ofrecía el ensemble para los niños de La Habana Vieja, como parte de un proyecto cultural de la Oficina del Historiador. Mi hija no vivía en esa zona de la ciudad ni era una niña, sino una joven de 23 años desfasada en el estudio de la música, y el gesto de la señora Paz era muy de agradecer. Así fue como yo entré en contacto con los talleres de Ars Longa y con algunos de sus miembros, y aún con jóvenes que, si bien no asistían con regularidad a sus aulas, eran también amantes de la música medieval. Así conocí a Henry, quien intentaba tocar varios instrumentos, soñaba con armar un ensemble y es, además, contratenor; a Frank, más enamorado de su oboe barroco que de una muchacha; a Boris (guitarra y flauta), y conocí una nueva faceta de mi hija: borró todo lo que había sido su vida hasta aquel momento para dedicarse, únicamente, al arpa. Esos jóvenes que visitaban mi casa, me contaban sus sueños y me hablaban de sus inquietudes no provenían de los conservatorios y academias del sistema nacional de enseñanza de la música. Eran trabajadores y estudiantes desfasados en edad y por esa razón imposibilitados, según los criterios academicistas, para volverse músicos, aunque algunos ya tuvieran cierta formación musical. Su tren ya había pasado, estaban viejos. Ningún conservatorio los admitiría, ningún profesor de nuestras escuelas oficiales los tomaría en serio, ningún centro docente les facilitaría planes de estudio y ni siquiera serían admitidos en sus aulas en calidad de oyentes para tomar nociones de algunas asignaturas. Tenían que conformarse con seguir vendiendo queso por las calles, despachando croquetas en la modesta venduta familiar, o atormentándose frente a una computadora que no podía saciar sus ansias de crecimiento espiritual. No tenían derecho a nada, y menos aún a soñar. Para rematar, la escuela de superación profesional Félix Varela había sido cerrada, y mucho antes habían ido saliendo de circulación otras escuelas similares. Ars Longa era, pues, el único refugio y la última esperanza, y a ella se aferraron, algunos, en circunstancias personales y familiares extraordinariamente difíciles y haciendo esfuerzos tremendos para estudiar su música. Y todo fue bien. Hasta se les permitió participar como oyentes en un Diplomado en el mismo edificio, aunque sin derecho a recibir diploma final, porque no eran graduados universitarios. Pero era mucho más de lo que hasta entonces habían tenido. Estaban felices y comenzaron a vislumbrar algún futuro.
Algunos meses después llegó el fin del curso escolar y se programaron varios conciertos para los integrantes de los talleres. Fueron tardes emocionantes para nosotros los padres, pero lo fueron más para aquellos muchachos mayores, quienes vieron de pronto como si el cielo se hubiera abierto y les estuviera permitiendo pasar entre las nubes. Vinieron los meses de vacaciones, los muchachos se reunían, hacían planes, quienes pudieron se mandaron construir instrumentos. Un amigo solidario le envió a mi hija un plano de arpa y otro le recomendó un luthier especializado en guitarra y laúd, quien se mostró dispuesto a intentar construir el instrumento (el segundo que se fabricaría en Cuba con posterioridad a 1959; el primero fue construido por el luthier Raul Lage para Ars Longa). La familia entera emprendió la búsqueda de un juego de cuerdas por tres continentes, y mi esposo terminó con sus propias herramientas, en la sala de la casa, lo que faltaba al arpa recién nacida para que pudiera ser usada… Todos se preparaban —cada uno de acuerdo con sus posibilidades materiales— para el comienzo del nuevo curso y la reanudación de los talleres de Ars Longa. Pero llegó septiembre y los talleres no reabrieron sus puertas. Los muchachos no sabían a qué se debía el impace. Pasó un tiempo, la inquietud crecía y seguíamos sin noticias, hasta que se supo que los talleres reabrirían, pero con una captación hecha entre los alumnos de nivel medio del conservatorio Amadeo Roldán. Los muchachos se desesperaron, buscaron a sus antiguos profesores miembros de Ars Longa, hicieron preguntas, pidieron, suplicaron. Fue en vano: quedaron fuera.
Tras una primera etapa de desesperación y mucha angustia, vino una etapa de resignación. Comprendieron que debían continuar solos, y los de mayor fortaleza de carácter decidieron continuar hacia adelante sin profesores, sin libros, sin instrumentos antiguos, sin partituras, sin discografía, pues nada de eso se puede encontrar en las tiendas cubanas, lo cual no es un secreto para nadie. Y sin Internet, pues salvo uno de estos muchachos, el resto no tiene acceso a ese servicio ni lo tendrá quién sabe por cuánto tiempo. La historia de Henry y su ensemble Lauda, que he narrado en mi artículo, es solo una de las historias que conozco, pero podría contar otras, porque los muchachos me pidieron ayuda y llegamos a tener relaciones estrechas, llegué a saber muchas cosas, a manejar bastante información y a buscar, por mi cuenta, algún modo de ayudarlos. Algunos, la mayoría, no tenían dinero y sabían que cuando se les rompiera el instrumento ya no podrían sustituirlo. No a todos los apoyaban sus familias. Algunos apenas si tenían familia. Llamaban a mi casa y lloraban, estaban deprimidos, no veían salida. Cuando Frank me llamaba de madrugada para tocarme por teléfono alguna melodía que había estado estudiando en su oboe, cuando Boris me llamaba para anunciarme que iba a vender sus flautas porque no podía más, cuando Henry me llamaba para decirme que iba a renunciar a armar su ensemble porque no quería seguir sufriendo, me tocaba decirles que la derrota no está en el diccionario de un artista, que la música vale cualquier sacrificio, y todas esas frases que no tienen ningún poder real, pero pueden alentar a un amigo en situaciones límite.
Luego llegó otra etapa donde algunos perdieron las fuerzas y se sintieron derrotados. Unos, como mi hija, enfermaron; otros atravesaron depresiones severas para terminar renunciando a tocar. Otros buscaron consuelo en alguna religión o derivaron hacia la música popular. Eran una caravana de vencidos traumados. Solo dos, hasta donde yo sé, superaron la crisis y continúan contra viento y marea. Henry es uno de ellos. Su extraordinaria perseverancia ha ganado mi respeto.
Todo el mundo los ignoró, y en ciertos casos el desdén fue olímpico. Un académico a quien recurrimos y casi le suplicamos unas clases, llegó a decir a mi hija que su arpa cubana era de juguete y que a lo único que podía aspirar era «a ser la arpista del hogar». Ni siquiera aceptó oírla tocar. Acudimos a un conservatorio donde explicamos la situación y preguntamos si podíamos ver los planes de estudio para que mi hija pudiera guiarse por ellos en sus estudios solitarios. Nos dijeron que no podían mostrarnos nada. Como un Top secret. En el espacio de dos, tres meses, vimos varios profesores particulares, pero o tenían honorarios que entonces no podíamos pagar o estaban poco capacitados. Nunca fue fácil encontrar maestros. Cualquiera puede decir que estas son historias sentimentaloides, y está en su derecho. Sin embargo, en ellas no hay ficción.
Cartas cruzadas
Para ser un analista de información se requieren dotes naturales o entrenamiento, o las dos cosas. No todos los analistas de información son periodistas, pero por lo general, todos los periodistas son analistas de información en algún grado, y ya se sabe que la práctica continuada de un oficio crea, inevitablemente, vicios profesionales. Por eso, en cuanto tuve en mi poder los mensajes de Susana y Teresa, mi primer acto instintivo fue cruzarlos. Para mi sorpresa, descubrí que los dos tenían puntos en común, pero eran más evidentes las diferencias. Los lectores podrán comprobar lo que digo si leen con atención ambos mensajes, publicados íntegros en mi artículo Cuba y los hijos que nadie quiere…, en este mismo blog. Probablemente quedarán confundidos, como me ha pasado a mí, que si ya lo estaba antes, ahora lo estoy más, porque:
UNO—Mientras Susana escribe en su comentario:
[…] La agrupación imparte talleres todo el año, para músicos, y no músicos […] los talleres, y los locales de la propia agrupación, se encuentran en el Edificio Santo Domingo […] Si alguno de estos muchachos desea acercarse al trabajo del Conjunto puede hacerlo e incorporarse a sus talleres, !nadie es rechazado por no haber estudiado música!. Yo misma, imparto durante todo el año el taller de flauta dulce, sin costo alguno por supuesto, para todos los interesados, eso sí, se exige disciplina, estudio y constancia!
La señora Paz escribe en el suyo:
Esto [que los talleres se hagan][1] constantemente depende de la disponibilidad de los integrantes del Conjunto, que no son seres traídos de esos preciosos cuadros que aparecen aquí, son cubanos como todos nosotros y dentro de su contenido de trabajo está mantener una programación especializada en los Repertorios Antiguos en la Iglesia de San Francisco de Paula, preparar, bianual, el Festival de Música Antigua Esteban Salas, impartir, como trabajo sociocultural, talleres todos los sábados para los niños del centro histórico (que han abierto sus puertas a todos los niños que se han acercado al proyecto). En estos momento nos encontramos enfrascados en un programa académico con las escuelas de música, y se ha creado la Orquesta Barroca de la Escuela Nacional de Música […] pero sobre nuestra responsabilidad no puede caer cubrir las espectativas académicas de cada cubano que se interese o apasione por los repertorios medievales o renacentistas […].
En vista de que estos discursos difieren entre sí, uno se pregunta: Los talleres de Ars Longa ¿se imparten o no todo el año? ¿Acogen a cualquier persona interesada en la música antigua, aunque no tenga una formación musical previa o una formación musical académica previa, o están limitados a personal menor de edad residente en La Habana Vieja o en el Casco Histórico…? ¿Y la captación de alumnos de Amadeo Roldán que llegaro a formar la agrupación Convivium musicum por la que, supuestamente, cerraron los talleres donde estudiaban los jóvenes de mi artículo?…Es más, ¿llegaron a cerrar alguna vez aquellos talleres, como me fue informado? Para ganar en claridad, cuando aún no había yo recibido el correo de la señora Paz, envié a Susana un correo personal en respuesta a su primer mensaje, donde incluí un pequeño grupo de preguntas sencillas sobre el tema. Pero no hubo un segundo mensaje, porque Susana, hasta hoy, no me ha respondido. Todavía puede hacerlo, claro, porque mientras hay vida, hay esperanza. No estoy esperándola.
Respondiendo a la señora Paz (su texto aparece en cursivas)
1-Soy la direcora del Conjunto de Música Antigua Ars Longa y la responsable de que se hagan talleres o no.
Sí, señora Paz. Si de algo estoy convencida es de que usted es la única responsable de todo. Jamás se me ocurriría cuestionar esa afirmación. Usted ha sido desde el comienzo el rostro visible de Ars Longa, su bandera, su insignia, su estandarte, su lábaro, su mascarón de proa (en el sentido que daban los marinos medievales a los mascarones de sus naves: un sentido mágico y tutelar, de protección y guía).
2-Esto constantemente depende de la disponibilidad de los integrantes del Conjunto, que no son seres traídos de esos preciosos cuadros que aparecen aquí, son cubanos como todos nosotros […]
Yo no pienso que los integrantes de Ars Longa hayan saltado hacia la parte de afuera de los bellos cuadros que inserté en mi artículo. Puedo pensar de ellos cualquier otra cosa, pero eso no. Jamás, por ejemplo, he visto entre ellos un ángel como el que encabeza mi trabajo. Por cierto, elegí imágenes espléndidas y me estimula que usted también las valore así.
3- […] y dentro de su contenido de trabajo está mantener una programación especializada en los Repertorios Antiguos en la Iglesia de San Francisco de Paula, preparar, bianual, el Festival de Música Antigua Esteban Salas, impartir, como trabajo sociocultural, talleres todos los sábados para los niños del centro histórico (que han abierto sus puertas a todos los niños que se han acercado al proyecto). En estos momento nos encontramos enfrascados en un programa académico con las escuelas de música, y se ha creado la Orquesta Barroca de la Escuela Nacional de Música, donde los integrantes de Ars Longa ponen a disposición de los alumnos sus instrumentos con los cuales reaizan sus propios conciertos, y otros que se han construido dentro de los talleres de luthería ofrecidos en el Festival de Música Antigua con el objetivo de la enseñanza. Estamos creando la base para sustentar las espectivas de la enseñanza de la música antigua y de un movimiento de su tipo en Cuba […]
Estoy feliz de que usted comparta esta información conmigo y con mis lectores. Hasta puedo hacerme un poco la ilusión de que por fin me está concediendo aquella entrevista que no me dio cuando yo intentaba completar mi reportaje sobre el taller de luthiería, uno de los mejores proyectos culturales de la Oficina del Historiador. Cuba tiene derecho a contar con estructuras que permitan la enseñanza de toda la música a quienes quieran aprenderla, sean o no estudiantes o egresados de instituciones académicas oficiales de la enseñanza de la música en la isla. En un país como el nuestro, donde han nacido músicos geniales que dirigieron orquestas estrellas e influyeron con su trabajo en la música internacional, sin que jamás hayan sido capaces de leer una partitura, me parece un crimen que se siga restringiendo la oportunidad de aprender música en centros docentes estatales, dotados con todo el instrumental y la bibliografía requeridos y con el profesorado debidamente capacitado para impartir esta enseñanza. Siempre he estado en contra de los cenáculos y los círculos de acceso limitado. Si regresaran las escuelas nocturnas de música, si se contratara a profesores remunerados en moneda nacional y se aprovechara el material de estudio destinado a los alumnos de los cursos diurnos; incluso si se pidiera como requisito que los asistentes a esos cursos nocturnos llevaran su propio instrumento en los casos en que ello fuera posible, el costo no sería tan elevado, y un país cuya población es naturalmente dotada para la música saldría ganando gracias a una mayor probabilidad de descubrir talentos. Sin contar con que abrir los centros de aprendizaje del arte a toda la población —y no solo a una pequeña parte— sería un recurso invaluable para elevar la cultura de los cubanos y propiciar el crecimiento de la sensibilidad y el espíritu en once millones de almas tan aplanadas por la chabacanería, el mal gusto, la pésima educación y la preocupante pérdida de valores que padece la sociedad cubana actual. Martí lo habría comprendido y aprobado, no tengo la menor duda, como no puede tenerla quien conozca la clarividencia y elevación moral de su pensamiento. Hace tiempo le conté a su esposo Aland en un pasillo de San Gerónimo que yo soñaba con ver una orquesta de arpas bajo la luna en la Plaza Vieja, y tuve la satisfacción de que me respondiera que él compartía ese sueño. Con esto que usted me ha escrito, siento que ahora estamos más cerca que en 2011 de que ese sueño llegue a hacerse realidad. Es verdad que los instrumentos de música antigua son caros, pero ya tenemos luthiers especializándose en su construcción; y aún en el caso de las arpas, que están entre los instrumentos de precio más elevado, siempre hay hermanos en la cultura dispuestos a colaborar aún desde la distancia. Yo he conocido algunos. En otros países, en otras islas como la nuestra, existen proyectos culturales donde se enseña a tocar arpa a niños y adultos con arpas de cartón. Muchas cosas son posibles cuando se tiene voluntad de hacerlas posibles.
4- […] pero sobre nuestra responsabilidad no puede caer cubrir las espectativas académicas de cada cubano que se interese o apasione por los repertorios medievales o renacentistas […]
¿Y sobre quién debería caer, entonces, si hasta ahora su ensemble es el más preparado para asumir esa tarea? ¿No es Ars Longa nuestro ensemble líder en la música antigua; la agrupación inscrita en La Ruta del Barroco; que ha tocado en festivales y escenarios de prestigio internacional; que posee miembros doctorados en música antigua en universidades extranjeras; que cuenta con el apoyo incondicional de la Oficina del Historiador y es uno de sus grandes orgullos? No se me ocurre quién podría cubrir mejor las expectativas de los cubanos que se interesen por la música antigua. No puedo inventarme estadísticas que no poseo, mas por su propia naturaleza la música antigua jamás tendría un número de seguidores tan peligrosamente masivo como el reguetón, por ejemplo. Pero soy muy comedida en mis aspiraciones y me conformaría con que los talleres que cerraron (¿cerraron?), reabrieran sus puertas a quienes ya estaban en ellos, sin exclusiones por motivos de edad, por carencia de una formación musical académica, por antipatías personales, malos entendidos y en fin, por todas las innumerables razones que suelen enrarecer la belleza y la plenitud de la vida. Dedicar una hora quincenal a continuar la formación de quienes ya estaban asistiendo a esos talleres ¿sería en verdad un esfuerzo capaz de interrumpir el maravilloso trabajo que está llevando a cabo Ars Longa bajo la dirección de usted? ¿Será que compartir el conocimiento cuando somos los únicos en poseerlo no constituye una obligación moral? ¿Será que ayudar a quien clama por ayuda no constituye una obligación humana? Una de las citas de la Biblia que más rebeldía ha causado siempre en mí es esta: “A aquel que tiene, le será dado más, y al que posee menos, aún lo que tiene le será quitado”. Ofrezco excusas si la cita no es textual, pero estoy citando de memoria. Creo firmemente que todos los ciudadanos de la República tienen los mismos deberes y derechos que la ciudadanía concede por sí misma. El derecho a estudiar es de todos y nadie puede ser excluido de él. Las escuelas de capacitación profesional para músicos como la Félix Varela nunca debieron ser cerradas. Ningún argumento justifica semejante medida, no importa quién la haya tomado, porque es Cuba quien pierde con ella, y como periodista que soy, yo me hago absolutamente responsable por cada una de mis palabras al respecto. Por cada sílaba. Si aún funcionaran esas escuelas sería posible, tal vez, abrir en algunas de ellas departamentos de música antigua, como me ofreció en una ocasión un señor muy respetable que decía mentiras; y ya no tendría por qué recaer únicamente sobre Ars Longa la cobertura de expectativas de los cubanos interesados en ese género musical. Tampoco sería mala idea autorizar la apertura de conservatorios particulares como los que existieron siempre en nuestro país, y entre los que se encontraban algunos sumamente prestigiosos donde se formaron grandes músicos que dieron gloria a Cuba.
5- […] cada agrupación debe abrir su propio camino, buscar sus intereses y prepararse para encontrar un camino, como lo han hecho otros.
Sí, yo estoy completamente de acuerdo con usted. Pero seguramente usted estará de acuerdo conmigo en que el arte es largo y la vida es breve (Ars longa, vita brevis…), y caminar debidamente apoyado acorta el camino. Usted y su ensemble son una muestra absolutamente ilustrativa de ello. No es necesario que traiga a colación aquí la negación de la aporía de Aquiles y la tortuga, ¿verdad? Además, el camino de la música antigua en nuestro país está sembrado de obstáculos casi insalvables: sin instrumentos ni accesorios para instrumentos, sin bibliografía actualizada (y prácticamente de ninguna clase), sin discografía, sin partituras, sin Internet. Y SIN PROFESORES. Y ni hablar de la posibilidad de darse un saltico a los centros de altos estudios de música antigua enclavados en otras tierras. El señor Vicente Isla, mi profesor de Literatura en la ENIA (Escuela Nacional de Instructores de Arte), solía describir este tipo de situaciones como un cuchillo sin hoja al que le quitan el mango. Hay que ser un titán para llegar siquiera a la mitad del camino en la maraña de una selva tan intrincada y oscura. A Dante le hubiera parecido una empresa imposible. Susana escribió en su mensaje: “Hoy se hace necesaria una academia de música antigua para todos, labor en la que el propio Conjunto está trabajando como una de sus prioridades”. Let it be, señora Paz. Let it be. Ruego a Dios que me permita vivir para ver esa academia, y en su interior a todos los estudiantes que deseen estar allí.
6- […] Me asombra “bastante” el Instrumentarium con que cuenta esta agrupación que se presenta aquí […]
Usted ha entrecomillado la palabra bastante porque está reproduciendo en modo irónico una expresión que usé en mi respuesta al mensaje de Susana. No sé bien a qué atribuir ese destello sulfúrico, porque yo supongo que usted sentirá alegría de que, al menos en terreno tan difícil como es el del instrumentarium para un grupo de música medieval, Henry y sus amigos hayan tenido algunos modestos logros (pronto se sumará un salterio, si no lo ha hecho ya). ¿Usted tiene idea de todos los sacrificios, las noches de insomnio, la desesperación, el dolor, el miedo, la frustración, la enfermedad, las humillaciones y la rabia que se esconden detrás de cada una de esas fotos de instrumentos que acompañan mi artículo? ¿Usted pensó en eso alguna vez…? Yo sí la tengo, porque compartí con los muchachos mucho de todo eso, y en el caso de las arpas de mi hija, sus tres arpas, lo viví en mi propia carne y aún lo vivo cada día. Usted, que los admitió en sus talleres —de los cuales y de todo cuanto sucede en ellos es la única responsable—, compartirá seguramente la satisfacción de los muchachos y la mía, porque usted también es madre de músicos, y porque aunque no sea la responsable de que esos instrumentos estén ahora en Cuba, sin duda usted forma parte del conjunto de circunstancias que ha hecho posible ese instrumentarium. El ejemplo de Ars Longa inspiró a estos jóvenes desde niños, y usted los ayudó a dar el primer paso en ese largo y tortuoso camino en el que se han quedado solos. Regocijémonos por ese instrumentarium, porque ya sus propietarios no serán unos músicos que dependan de los instrumentos de otros músicos. El bebé ya da pasitos sobre sus propios pies. La invito a sentirse orgullosa, señora Paz, porque la semilla que usted sembró en estos muchachos no ha sido estéril.
7- Ars Longa, ni por asomo, y en muchos años logró tener algo parecido. Nosotros en el año 94 teníamos solo unas flautas plásticas de esas que cuestan 2 o 3 euros, y no había Internet, solo teníamos los deseos y el entusiasmo de seguir adelante, estábamos constantemente a la caza de cualquier información […]
En 1994 mi hija tenía nueve años. La llevamos por vez primera a un concierto de Ars Longa. La deslumbraron las danzas, las canciones, los vestidos, el pandero, las flautas, el tambor, una guitarra —o un laúd—, que tocaba entonces un joven delgado de rostro puro y cabellos rubios cortados a lo paje medieval, y hoy mismo mi hija me decía que aún recuerda un instrumento parecido a una cajita que se accionaba con una manivela, tal vez alguna especie de organillo. Jamás ha olvidado a Josué, el juglar, quien al terminar el concierto caminó hacia ella, como acostumbraban mezclarse entre el público los miembros de Ars

La artista de la plástica Duchi Man Valderá. realizadora de los primeros carteles publicitarios de Ars Longa
Longa, y le obsequió un saquito de terciopelo que contenía pétalos de flores y una viñeta, y que mi hija conserva hasta hoy entre sus tesoros más preciados. También tenían ya ustedes los magníficos, bellos, espectaculares carteles que les diseñaba la entonces jovencísima artista de la plástica Duchi Man Valderá, y que, en mi opinión (y en la suya), nunca recibieron todo el reconocimiento que merecían. Esos carteles ejercieron una gran influencia visual sobre muchas personas y las incitaron a asistir a los conciertos, fueron un reclamo de inestimable valor publicitario —es una pena que hayan sido los belgas quienes hayan sabido apreciar el talento de Duchi, y que haya sido en Argel y no en La Habana donde su trabajo obtuviera premios. Qué pena que Duchi sea ahora la propietaria de un castillo medieval bretón y siga pintando lejos de su país. Qué bueno que existe mi amigo, el pintor Orlando Barroso, un gran artista. Usted, señora Paz, siempre ha tenido mucha suerte, y excelentes colaboradores.
8- […] no tuvimos maestros, no había un grupo anterior, no había un festival, en pleno período especial […]
No me parece haber visto jamás ejecutantes bizarros entre los músicos de Ars Longa. Pero desde luego que el Conjunto siempre ha trabajado con gran rigor y le cabe por ello todo el mérito. Nadie hizo antes en Cuba lo que ustedes hicieron, ni en la forma en que lo hicieron. No veo ningún provecho en discutir si fue o no la primera agrupación cubana en hacer música históricamente informada. Ars Longa, en su primera etapa, fue un fenómeno inigualable e insuperable.
10- […] pero no nos quejamos, seguimos adelante, sin mirar si merecíamos o no ser atendidos […]
Todos los seres humanos merecen ser atendidos, hasta los criminales. No sé si usted y sus músicos se habrán quejado alguna vez, pero… mirar, sí que miraron, y la mirada fue de águila. Con esta metáfora solo quiero expresar que la mirada fue certera. Las lámparas de Versalles derramaron todo su esplendor para iluminar el camino de Ars Longa hacia la Oficina del Historiador, donde fueron felizmente atendidos, y resultó un camino triunfal que aún hoy continúa abierto. Yo confío absolutamente en usted y en Aland, y estoy convencida de que aún sin ese apoyo Ars Longa habría llegado a ser lo que es hoy, pero ¿cuánto les habría costado: diez, veinte años más…?
11- […] animo a todos los que quieran seguir este camino, a que continuen con la constancia y la búsqueda sin descanso del conocieminto y la superacion […]
Yo diría que al menos dos de los muchachos están muy animados. Henry mantiene su determinación de formar un ensemble, a pesar de que lo han saboteado en más de una ocasión algunas almas mafiosas y omnipotentes que nunca duermen cuando se trata de mover el piso bajo pies ajenos, a veces por puro placer. Mi hija volverá a sus estudios de canto, pues los médicos ya no detectan en sus cuerdas vocales el nódulo que le salió gracias al alma mariposeril de un profesor abusador, despótico y tal vez poco profesional, quien después de arruinarle la voz la echó de su aula con la mayor brutalidad en un amago de espectáculo circense por el que aún espero poder ajustarle cuentas yo misma algún día. Hoy, además de sus tres arpas, Cynthia tiene también el piano por el que esperó diez largos años, y continúa sus estudios. Como no poseo bienes materiales para dejarle, he decidido legarle una herencia moral, y le repito cada día, demostrándoselo con el ejemplo, que la derrota no existe mientras no es aceptada. Otros muchachos desistieron, y entre ellos se perdió un muy prometedor oboísta…Yo lo vi rendirse, y eso me duele. Siempre lamentaré profundamente no haber encontrado una forma mejor de ayudarlo. Soy, y siempre seré, enemiga jurada de la insolidaridad humana.
12- […] pues este mundo de la música antigua es mu complejo y va más allá de esos bellos peinados que lucen ilustres damas en los cuadros medievales y renacentistas, se necesita una gran prepación musical, para poder abordarlo. Conozco muchos profesores que dan clases de armonia, solfeo,canto, es importante prepararse muy bien, porque con esas herramientas fue que pudimos nosotros abordar las técnicas de interpretación y los nuevos instrumentos que fueron proporcionados[…]
Ya ve cómo usted misma reconoce la importancia en la música antigua de profesores capaces de brindar una adecuada preparación, aunque unos párrafos arriba casi llegó a afirmar que se puede prescindir de ellos, y tampoco dice que los profesores particulares tienen muy a menudo honorarios que pocos estudiantes pueden pagar. Sin embargo, yo estoy de acuerdo con que se puede hacer en soledad. La historia de la Música está llena de músicos magníficos que jamás pisaron una academia y Los Beatles son un ejemplo bastante cercano. Los académicos tienen a veces ideas extrañas, como por ejemplo, sostener con obstinación que no se puede ser arpista si no se tienen vencidos los estudios de piano, cuando el arpa es tan vieja como la humanidad, y el piano, en la forma en que hoy lo conocemos, data apenas del siglo XVIII. No creo para nada que la edad pueda impedir a alguien aprender a tocar un instrumento, aunque tal vez sea un obstáculo para convertirse en concertista, y sin embargo, no existen verdades absolutas. ¿Y dónde está escrito que el concertismo es la meta de todos los que aman la música y sienten la necesidad de expresarse a través de su lenguaje? Si lo está en algún sitio, por favor, quiero verlo.
Nota:
Teresa Paz es graduada en Dirección Coral en el Instituto Superior de Arte de La Habana desde 1991. Funda y dirige desde 1994, junto a Aland López, el Conjunto de Música Antigua Ars Longa, primer grupo cubano especializado en la interpretación de música antigua con instrumentos históricos. Ha recibido cursos especializados en interpretación de repertorios antiguos de los maestros Werner Pfaf, Josep Luis Valdecabres, Anna Dujka Smoje, Josep Cabré, Gabriel Garrido, Claudio Abbado y Claudio Dall’Albero. Además de sus funciones como directora del grupo, se dedica al bel canto como soprano. Al respecto, ha realizado estudios especializados con prestigiosos maestros entre los que destacan las profesoras Linda Perillo, Jette Rosendal y Evelyn Tubb. Como directora e intérprete de Ars Longa su discografía la integran ocho discos, los cuales han merecido importantes premios de la crítica musical especializada de Cuba, Francia, Italia, España e Inglaterra. Es profesora de Dirección Coral y Canto y directora del Festival Internacional de Música Antigua Esteban Salas que cada año se celebra en La Habana Vieja. (Tomado de http://www.e-imusica.com/artista/Teresa_Paz)
Últimas palabras al lector
Ruido y furia es el título de una novela de William Faulkner. El único motivo por el cual lo he usado aquí es porque la novela me gusta mucho. Y también porque Faulkner tomó ese título de un monólogo del Macbeth de Shakespeare, y gracias a la Doctora Beatriz Maggie, mi profesora de Literatura Universal en la carrera de Filología, soy una shakesperiana militante. La novela y la pieza teatral están vinculadas por el mismo tema: el deterioro de la condición humana.
Desde el principio Ars Longa fue para mí —como diría Enrique Iglesias—una experiencia religiosa. Pero las convicciones tienen siempre en la vida su momento de prueba, y en 2011, época en que me mi familia atravesaba momentos especialmente difíciles y yo me sentía muy mal, aquella experiencia mía atesorada por largos años con tanto fervor no sobrevivió al áspero contacto con la realidad. Ya me había sucedido antes, cuando después de leerme toda la obra de Thomas Mann la emprendí con su Diario. Lo leí con tremenda expectativa, pero no encontré en sus páginas siquiera una mínima sombra del coloso que había escrito La montaña Mágica y la sublime Muerte en Venecia; en su lugar solo hallé un burgués adocenado y sin savia vital, un hombrecillo mezquino y gris con una mínima vida rutinaria que me hizo sentir vergüenza ajena… Yo me había inventado un Mann particular a partir de sus novelas, y cuando aquella imagen ciclópea se me hizo arena entre los dedos sufrí un impacto terrible, porque yo era una escritora y Mann era mi ídolo. Todavía me sigue constelando Muerte en Venecia, pero aprendí una lección dura (¡que malhaya después olvidé!): Aunque no ocurre siempre, ocurre casi siempre que entre la obra y el artista que la realiza hay un abismo insalvable, como si el artista diera lo mejor de sí para nutrir su creación y guardara lo peor para su vida. Ya no voy a conciertos de música antigua: prefiero escucharla en discos. Y si sucede que paso por algún lugar donde haya uno y la tentación enciende por un instante en mi interior la vieja llama, de inmediato experimento la misma fuerza oscura que late en unos versos de La bailarina española: “Porque si está la bandera no sé, / Yo no puedo entrar.” Y paso de largo, porque como decía una señora muy sabia que yo conocí, «la vida no se termina hasta que se termina».
[1] Esta acotación es mía y la he interpolado para una mejor comprensión de la cita.
Estimada sra. Siento mucho todos estas situaciones que me explica. Creame que quisiera poder ir para alla y poder ayudarla, quizas con alguna gestion.
Pero creame, ese tipo de personas inexplicablemente mal intencionadas abundan aqui mucho mas que alla. el ver esto continuamente aqui, me hace sufrir y me tiene muy triste, esto de ver como las personas pueden ser tan malas, y no quieren ayudar a nadie, siendo asi que en algunas ocasiones uno lo necesita desesperadamente. Gracias por tenerme en cuenta para poder hablar de sus problemas. Yo estoy muy solo, y no tengo con quien hablar durante dias y dias, a no ser por telefono, asi que
despues de trabajar y conducir como un salvaje, no viene mal que alguna persona te haga parte de su vida . Gracias,
Guillermo Miquel nota : perdone las faltas de ortografia, no tengo montado el corrector en la computadora, o mas bien no se como hacerlo.
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Ofrezco a usted disculpas por no comprender bien su correo. ¿Está dirigido a mí?
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