Si uno pasea por la calle del Obispo y observa en las distintas tiendas de divisas y en los pequeños comercios, comprobará que aunque pueden hallarse sombreros de variado diseño, todavía el canotier unisex sigue siendo el modelo que impera, y en segundo lugar, la pamela de ala muy ancha, lo mismo entre nacionales que entre extranjeros.
El canotier fue muy usado en Cuba durante la segunda mitad de la República. Es un sombrero de paja entre pequeño y mediano, de copa plana y ala recta, conocido también por los nombres de boat o gondolero, aunque su nombre francés es el más universal. Se dice que su origen se remonta a 1880, cuando los gondoleros, esas figuras tradicionales de los canales de Venecia, lo copiaron del modelo usado por los oficiales de marina, pero adornándolo con una cinta negra a la que llamaron en su dialecto véneto nastro del doppio.
Curiosamente, el canotier se convirtió en parte de los símbolos que identifican a los estudiantes de la célebre universidad norteamericana de Oxford.
A finales del siglo XIX el modelo se puso de moda en Francia porque lo usaban quienes practicaban la navegación de canotaje, a la que debe su nombre. Por esa misma época lo trajeron a América los inmigrantes italianos, donde tuvo su época de oro en las primeras décadas del siglo XX. Por esas mismas fechas se puso de moda en Cuba junto con el célebre modelo panamá, de fibra muy flexible, y el Fedora de paño.
Las pautas de la moda masculina, liderada entonces por Inglaterra, estipulaban que el canotier solo podía ser usado durante la temporada de verano, pero la estabilidad característica del clima caluroso de Cuba permitió a los cubanos usarlo todo el año, como complemento del traje de dril cien, un tejido muy fresco de color blanco crudo apropiado para los soles ardientes de la isla, y que se convirtió en el “uniforme” de los elegantes del patio. Así vestidos, los cubanos circulaban por las grandes avenidas del país lo mismo que por los senderos campesinos, los casinos, las sociedades españolas o los hemiciclos del Senado en el Capitolio.
Todos tenemos fotos de algún abuelo trajeado de esta pinta, y así fue desde 1915 hasta aproximadamente los años 40. Hoy la moda retro ha hecho regresar al canotier, que lo mismo corona un cráneo masculino que los rizos rebeldes de una dama, pero ahora con variaciones dentro de la misma línea de su diseño. Solo que ya no acompaña al célebre dril, sino que se combina con las bermudas que tanto gustan a la juventud, las faldas al tobillo o cubiendo apenas los muslos, con los pulóveres, las camisetas y el escote profundo de las noches tropicales, con topes y desmangados. El canotier, en fin, ha vuelto para quedarse,