NOVIEMBRE DE 2022
El Decreto-Ley 31 de Bienestar Animal tiene ya un año de haber sido aprobado por las Instancias superiores del país, entre ellas el Ministerio de Justicia, el Consejo de Estado, la Asamblea Nacional y el Ministerio de Agricultura, máximo responsable de velar por el bienestar de toda clase de animales dentro del territorio nacional de Cuba. Pero para nadie es hoy un secreto que, ansiado con desesperación por la comunidad animalista de esta isla, engavetado por casi tres décadas y finalmente reconocido por el Estado, el resultado de tantos afanes nunca fue el esperado por quienes tanto y tan duro lucharon para conseguirlo, aunque nadie niega que fue un primer paso positivo en el camino que todo ser humano de bien quiere recorrer hasta alcanzar la meta máxima: la convivencia respetuosa con otras especies en este planeta.
De cuatro patas, de dos, con alas o sin ellas, con picos y plumas, pezuñas, cuernos o garras, destinados a acompañar personas, al consumo alimentario, a ciertos tipos de trabajo o a cualquier otra función que la especie humana, la más desarrollada entre todas las especies animales, les haya asignado desde que comenzó a convivir con ellos sobre La Tierra, los animales han sufrido siempre los rigores de nuestra mano tirana y abusiva, la misma que en muchos casos los domesticó para beneficiarse con sus habilidades, como ocurrió con los lobos, a quienes domesticamos y amaestramos para que nos ayudaran a cazar, y en ello persistimos durante milenios, hasta que los convertimos en estos mismos perros afectuosos y mansos que hoy sufren abandono, maltrato, violencia, violaciones, torturas y muerte.
Y este es solo un ejemplo. También abusamos de los caballos, burros, asnos, bueyes y toda clase de animales “de tiro”. Los apaleamos para que arrastren cargas que triplican o cuadriplican sus pesos corporales durante distancias largas, bajo inclemencias climáticas de todo tipo, sin el menor remordimiento…
No solo comemos el ganado menor. Religiones como el Islam y todas las religiones africanas existentes en Cuba lo sacrifican, justificándose con este impúdico y tremendamente cínico postulado: “Los animales han venido al mundo para sacrificarse por los humanos”. También las aves, además de comerlas, las degollamos y desangramos sin el menor escrúpulo sobre los altares, con la esperanza de que su muerte salve o cambie una vida, abra un camino para abandonar el país, devuelva a alguien la posición perdida y toda clase de promesas que, aunque muchas veces no se cumplen, siguen gozando de la credulidad de miles de ciudadanos y… de sus billeteras.
Muchísimas personas no sienten ninguna empatía con los animales, porque para sentirla hay que haber nacido con cierto grado de sensibilidad que no todos los humanos poseen, o haber sido educados de manera sistemática en ella. Pero no hay que ser un espíritu superior para condolerse, y aquellos a quienes no les importa la suerte de los animales, sí debería importarles el hecho de que, con la escandalosa proliferación del maltrato animal que ha ocurrido en Cuba durante los últimos años se asocian, de forma clara e incontestable, toda otra serie de delitos de altísima peligrosidad no solo para la sociedad, sino para la economía nacional.
El maltrato animal pervierte a los seres humanos, les hace paladear aberraciones sanguinarias y sexuales, desquicia sus mentes y los convierte en asesinos insaciables que, si hasta hoy tal vez solo han matado perros y gatos, mañana pueden matar niños o individuos de cualquier edad. Estos criminales son un ejemplo desastroso para la salud mental y moral de nuestra población, en especial de nuestros niños y adolescentes, cuyas personalidades están en formación y necesitan que se les inculquen valores morales elevados. Y ya se ven en las redes los frutos de lo que este mal puede hacer: desde las escuelas primarias hasta en planteles de la enseñanza media pueden encontrarse maltratadores de cualquier edad, quienes disfrutan y suben a sus perfiles sociales videos donde se muestran a sí mismos cometiendo crueldades espantosas sobre infelices gaticos de meses y perros de cualquier raza, pero, en especial, callejeritos desgraciados; crímenes de los que se ufanan con sus amigos como de las más heroicas de las hazañas. Son los ciudadanos del futuro que estamos permitiendo, los que no cuidarán jamás el medio ambiente, los depredadores del mañana, peores que cualquier animal que conozcamos, porque matan por diversión y por maldad. Las expresiones torvas que ya lucen en sus rostros a edades tan tempranas deberían ser señales de aleta para sus familias y autoridades sanitarias sobre posibles psicópatas en formación.
De las pérdidas y daños que el maltrato animal en aumento en Cuba tiene sobre la economía nacional, mejor se ocupan los que gozan de la experticia que a mí me falta en ese aspecto tan específico del problema, pero que se ocupen pronto, pues la matanza y venta ilegal de reses y caballos es otro hecho que ya no puede ocultarse por más tiempo, y en el que se entraman, como en una madeja perversa y de terrible eficacia corruptora, criadores de ganado, propietarios o arrendatarios de coches y carretones, propietarios de fincas, trabajadores de granjas, vendedores clandestinos y todo un muestrario mafioso que debería producir alarma en las autoridades de nuestro país. Hasta se encuentran veterinarios entre los asesinos y maltratadores de animales. Puede resultar increíble, pero estos profesionales depravados existen y actúan. En la tierra de nuestros gloriosos Padres Fundadores el Mal baila su conga vergonzosa con total impunidad. Y digo total, porque a pesar de las inocuas multas que se aplican (y porque no en todas las ocasiones se investigan los casos debidamente), los culpables ríen y continúan riendo y depredando en el mayor irrespeto hacia el Estado, el Gobierno, todos los Ministerios, la policía y el pueblo de esta nación.
Seguir enumerando males empujaría a una infinitud que impediría terminar este trabajo, cuyo punto focal es que el Decreto-Ley 31 de Bienestar Animal, plagado de ambigüedades, de imprecisiones y de muchos errores de redacción en los que no debería incurrir jamás la terminología legal; tremendamente insuficiente en la enumeración de todos los actos cometidos contra animales —que constituyen delito y así son reconocidos en las legislaciones de muchos países, y no todos del Primer Mundo, por cierto—; con su mero carácter de Contravención, su No inclusión en el Código Penal de la República de Cuba y sus sanciones económicas en forma de multas, que la comunidad animalista de Cuba y todos los amantes de los animales consideran dramáticamente insuficientes, no ha demostrado hasta el día de hoy ser una herramienta eficaz para detener el maltrato animal y la crueldad extrema y alucinante que se está desarrollando en el seno de nuestra sociedad. No ha sido capaz de eliminar las peleas de perros clandestinas con su arrastre de agravantes tales como las apuestas y el juego ilícito, la violencia contra animales y en muchas ocasiones también entre humanos, la cría de animales con destino a estas perreras que proliferan tanto en la capital como en provincias, la prostitución y otros delitos asociados. El Decreto no ha sido capaz de erradicar las carreras de coches de caballos que ocurren a la vista pública en el kilómetro 90 de las Ocho Vías ni los apaleamientos de caballos de tiro por sus dueños, que en ocasiones llegan a provocar la muerte del equino y, como en un caso que ha conmovido a la comunidad animalista, el desollamiento de las patas del animal hasta dejar visibles huesos y tendones. El Decreto no ha sido capaz de erradicar la zoofilia, cuyos asquerosos y repudiables practicantes no cesan de aparecer e, incluso, al menos en un caso, se sabe que el zoofílico forma parte de una red dedicada a semejante aberración. ¿Dementes, retrasados? Pues a las instituciones de salud que deban encargarse de ellos. Sacarlos de las calles, donde constituyen una amenaza constante para la seguridad de la población.
Pero la peor consecuencia —y hay que decirlo así porque se debe llamar a la verdad por su nombre— que ha tenido el Decreto es esta: con su suavidad sancionadora, sus ambigüedades e imprecisiones, y con la disposición de personal profesionalmente poco preparado para su implementación, ha provocado que, aun estando la sociedad en posesión de esta arma legal, crezca, en proporción geométrica al aumento del maltrato animal en todas sus formas, el miedo de la población civil a denunciar a los culpables. Vecindarios y comunidades enteros aterrorizados porque el maltratador es “peligroso”, “me amenaza” “es capaz de cualquier cosa”, “es un asesino”, “me va a pegar el SIDA”, “se va a meter en mi patio y me va a matar mis animales”, “va a agredir a mis hijos”, “no quiero hablar, no sé nada” y un catálogo patético y vergonzante (pero hasta cierto punto comprensible) de pánicos cuelga de las bocas de los testigos y las sella de modo trágico, haciendo cómplices, involuntarios o no, a todos aquellos que pudieran contribuir con sus denuncias y testimonios a aminorar el mal. Ninguna sociedad civilizada debería estar sometida a esos terrores, y ninguna autoridad civilizada o que se precie de serlo debería permitirlo. Duele y provoca una rabia infinita pensar que un pueblo como el nuestro, capaz de librar en la manigua dos Guerras de Independencia casi sin armas, con guerreros descalzos y semidesnudos, sin medicinas y sin alimentos contra uno de los imperios más poderosos y crueles de su tiempo; un pueblo que se enfrentó, padeció y sobrevivió a la Reconcentración, un pueblo que combatió y derramó su sangre contra tiranías tan sangrientas e implacables como las de Machado y Batista y llevó a cabo una Revolución en el hemisferio Occidental, hoy se esconde tembloroso dentro de sus casas para no ponerse a tiro de los maltratadores de animales. Ese miedo es una vergüenza nacional.
La comunidad animalista de Cuba, los cubanos amantes de los animales y los ciudadanos celosos de la sana moral que todo conglomerado humano debe mantener para no retroceder al salvajismo cavernario, elevan un clamor ya demasiado fuerte y estentóreo como para dejar de ser escuchado y ATENDIDO: es absolutamente necesario, imprescindible y de la mayor urgencia que el Decreto-Ley 31 de Bienestar Animal deje de ser un Decreto para transformarse en una Ley que pase al Código penal , y que a tantas crueldades deje de clasificárselas como Contravenciones y se les denomine por su nombre verdadero: crímenes con agravantes que merecen castigos severísimos, con penas de cárcel por atentar contra el bienestar de animales y humanos, por depredar gravemente el medioambiente, por deformar a nuestros niños y adolescentes, por desestabilizar emocionalmente a un enorme número de ciudadanos y generar angustia constante entre la población, por dañar la imagen de Cuba en el exterior, y por perjudicar, desde todas las formas y ángulos de vista posibles, la estatura moral de esta nación que hemos construido durante siglos sobre la base de muchos y muy duros sacrificios.
Los animalistas cubanos no son hordas histéricas a las que haya que mirar con recelo por sus reclamos, puesto que no atentan contra ninguno de los poderes estatales establecidos. No son grupos de histéricos ni de señoras nerviosas que gritan en las redes. No están mintiendo. Las pruebas hablan por sí solas, y aunque aquí no sea posible incluir todos los casos de maltrato animal de que tenemos noticia, exponemos un prontuario capaz de hacer que la exclamación hecha por una persona en las redes: “¿Es que nos hemos convertido en una cueva de diablos?” no sea una frase vacía de sentido, sino muy, muy peligrosamente cercana a la realidad que hoy padecemos.












Fue rescatada con un único cachorro. De los demás no se conoce destino. Sus quemaduras, profundas, están infestadas. Está recibiendo atención médica. Hasta el momento los testigos disponibles no han accedido a identificar al verdugo.
Ahora voy a presentar uno de los casos que más ha estremecido a la comunidad animalista de Cuba y al pueblo en general: El zoofílico de Cienfuegos, a quien su madre desesperada denunció reiteradas veces en el policlínico de su área, sin que nadie le hiciera el menor caso. Finalmente, ante la denuncia de grupos animalistas, entre ellos BAC, el zoofílico fue internado en un psiquiátrico, del que probablemente saldrá cuando sea dado de alta. según fuentes anónimas, le fueron retirados los animales, expedida orden de restricción y prohibición de tenencia de animales. ¿Suficiente? ¿Es realmente inimputable?




Estas imágenes de perros de pelea maltratados fueron tomadas por la turista italiana que denunció los hechos. Hay otras más precisas que aportan datos concretos. Vean el testimonio de la turista:
Hola, mi nombre es […] y yo acabamos de regresar de un viaje a
Cuba Viaje maravilloso, excepto que por desgracia ocurrió en una casa
particular donde 2 perros seguir luchando. Uno de ellos, en los días
en que estuve allí, era volver después de una pelea y se mantiene
unido con una cadena muy corta a una barandilla en una terraza soleada, herido. El Grim, un Rottweiler siempre se mantiene debajo de una escalera, una jaula de concreto con una puerta cerrada. Por
supuesto, todo está ahí, comiendo y todo lo demás… También hay que
tener un halcón atado cerca de la perrera donde se celebró el primer
perro, con una corta cadena alrededor de su cuello.
He hecho un poco de preguntar por allí y todo parece normal, las
peleas están en la agenda, gallos, perros, caballos de carreras de
calle…. Tuve la sensación de que la policía estaba al tanto de,
pero[…] Por eso esperé volver a Italia para denunciar esta cosa, así que
espero que usted puede hacer qualcos. A continuación voy a escribir
todos los detalles para los Vignales / restaurante en particular.*
[…]Los perros son entre el restaurante y las habitaciones.o de la turista: «

Hola amigos, esta perra la recogimos el domingo pasado en la ocho vía cerca de
Ésta perrita de apenas un año de edad es la víctima del rastrero cruel. ¿POR QUÉ? ¿Y POR QUÉ TANTA IMPUNIDAD?
Jagüey. Nos montamos en una rastra y el rastrero, que venía desde Cienfuegos, traía al animalito amarrado de espalda en el fondo de la rastra, sin agua ni nada, a las 12 del día con tremendo sol!! Cuando subió a cobrar a todos los que montaron la desamarró y la cogió por las dos orejas y la tiró para la calle como si fuera un saco de basura. Y el pobre animalito se quedó todo torcido en la cuneta con una cara. Yo le grité que no hiciera eso y fui corriendo y le dije que me la diera que yo me quedaba con ella. El muy inhumano la volvió a agarrar, esta vez por una sola oreja, y la tiró de vuelta a la rastra luego de darle una vuelta en el aire. La perrita estuvo muy traumatizada el primer día pero poco a poco con mucha paciencia y cariño se ha relajado y ahora ha mostrado que es muy alegre y cariñosa. Debe tener máximo un año y no ha parido nunca. Se ve muy saludable, sin contar el ganglio que tiene inflamado en la oreja por el maltrato del domingo y uno que otro golpe que se le ve en la piel. Es una perra grande y serviría muy bien para cuidar una casa que tenga patio o sea grande […].



Otro caso de gatos lanzados por adolescentes. Este infeliz murió.

Sé que, desgraciadamente, podré seguir agregando imágenes e historias, porque mientras el Decreto-Ley 31 de Bienestar Animal no sea revisado, reformado como se necesita para la salud de la sociedad cubana en general y convertido en ley, incluido en el Códico Penal con sanciones muy fuertes y penas de cárcel, como ya se ha hecho en tantos países, este catálogo de horrores, devenido ya desastre nacional por su gravedad y presencia en toda la isla, no llegará a su fin.
Hay seres humanos tan malos tan macabros que han echo de la vida animal un infierno. Urge que el gobierno cubano apruebe una resolución Ministerial que ampmie la actual ley de bienestar. Una resolución donde haya proteccion y pena de privacion de libertad , para los enfermos mentales que acaban con los animales indefensos cometiendo actos crueles, inhumanos , salvajismo. Estas personas deben estar tras las rejas son un peligro para la sociedad. E involucrar a las autoridades del orden apoyar a los animalistas que solo hacen el bien y aportan a la sociedad.
Me gustaMe gusta
Cuba necesita leyes fuertes y definitivas contra el Maltrato Animal, por la Protección Animal, contra el bestialismo, el sadismo, la tortura, el asesinato, el ensañamiento, el lucro y todos los delitos que se cometen en nuestra sociedad contra los animales domésticos y salvajes. La sociedad civil cubana y todos los cubanos que aman o respetan a los animales así lo exigen. Y es para hoy, no para los próximos treinta años. No vamos a esperar.
Me gustaMe gusta
Hi there i am kavin, its my first occasion to commenting anywhere,
when i read this post i thought i could also make comment due to this good article.
Me gustaMe gusta