¿AMÓ CARMEN A JOSÉ MARTÍ? En defensa de Carmen Zayas Bazán

De niña, cuando yo preguntaba por qué el único hijo de José Martí no había podido crecer junto a él, generalmente las personas mayores me explicaban que eso sucedió porque Carmen Zayas Bazán no amaba a José Martí como un hombre de su talla heroica merecía ser amado por su esposa. Otras veces me dijeron que ella lo amó, pero no pudo soportar los rigores de la austera vida que impuso a Martí su condición de revolucionario, y prefirió volver junto a su familia, una de las más acaudaladas del Camagüey, para retornar a su antigua vida muelle repleta de lujos y alegrías mundanas.
Y probablemente yo hubiera llegado a vieja creyendo esas cosas, de no ser por la bella sorpresa que tuve al encontrar en un número de la revista Opus Habana unas páginas dedicadas al álbum de boda de la pareja. Cedidas a dicha publicación por Cintio Vitier, poeta, narrador, ensayista y estudioso de la vida del Apóstol, el volumen al cual pertenecen permanece inédito.
La existencia de este álbum bastaría por sí sola para desmentir el supuesto desamor de Carmen Zayas Bazán, ya que de no haber sido por el celo con que lo conservó después de la caída en combate de Martí y hasta su propia muerte, cuidándolo y alimentándolo con nuevas firmas que ella acudía personalmente a solicitar, este documento se habría perdido para la posteridad.
EL ÁLBUM
Martí y Carmen se conocieron en Ciudad México, donde él se reunió con su familia luego de terminar sus estudios en la universidad de Zaragoza. El joven patriota comenzó a trabajar en la revista Universal, cuyos talleres quedaban muy cerca del domicilio del abogado cubano Francisco Zayas Bazán. Amigos comunes presentaron a Martí en esta casa y él comenzó a visitarla con frecuencia como compañero de ajedrez del padre de Carmen, muy aficionado a este juego. Pronto nació entre el joven de veintidós años y la muchacha de diecisiete una atracción que culminó en el casamiento celebrado en la capilla del Sagrario de la Catedral de esa ciudad. La fiesta de casamiento se celebró en la residencia de Manuel Mercado, y fue allí donde se escribieron las primeras páginas del álbum de bodas de la pareja.
Estos álbumes de bodas, como los carnés de baile, los abanicos firmados y los álbumes fúnebres, fueron costumbre cotidiana durante todo el período histórico, social y cultural que hoy conocemos como Romanticismo.
Todas las familias los tenían, y escribir o hacerse escribir en ellos era un placentero entretenimiento al que nuestros abuelos dedicaban no pocas horas y atención. Con tapas de metal los más costosos, pergamino o hasta de modestísimo cartón, eran tratados con amor y delicadísimos cuidados de generación en generación, convertidos en trozos de eternidad donde el recuerdo del ayer seguía vivo y recibiendo la veneración y el respeto social por largo tiempo.
Sus páginas solían estar entreveradas con cintas de raso y seda en tonos pastel, arrancadas de un traje de mujer; flores marchitas, mechones de cabellos ya sin brillo, pequeñas postales apolilladas y todas esas mínimas cosas que las personas solían intercambiar en el pasado como prendas de afecto y amistad.
El álbum de boda de Carmen y Martí, con cubiertas de cuero sobre las que se aprecian las iniciales de la pareja trabajadas en plata, mide casi dos centímetros de alto, quince de largo y veintitrés de ancho. En su interior guarda más de trescientas dedicatorias y firmas.
Aparecen en sus amarillentas páginas las firmas de ilustres personalidades de entonces, tanto políticas como poéticas, lo cual refleja el variado espectro de sectores sociales en que se movía un hombre tan polifacético como el Apóstol.
Con la afiligranada caligrafía al uso en la época, hallamos estampados los nombres de José Joaquín Palma, patriota y poeta cubano; Manuel Mercado y su esposa, los amigos del alma de Martí; Guillermo Prieto, poeta mexicano; Manuel Carranza; Nicolás Azcárate, el abogado reformista; José Peón Contreras; Justo Sierra; Juan de Dios Peza; Ramón Uriarte; Felipe Sánchez Solís; Miguel García Granados, padre de la Niña de Guatemala; y muchos otros cuyo número no puede ser incluido en este espacio, loaron a los recién casados, los exaltaron, aconsejaron o felicitaron con toda sinceridad por haber unido sus vidas en un nudo del que ninguno de ellos pensó que se desataría tan pronto.
¿AMÓ MARTÍ A CARMEN ZAYAS BAZÁN?
El propio Martí describe la naturaleza de su sentimiento por ella en carta a Manuel Mercado, donde dice textualmente:
No es pasión frenética, a menos que en la calma haya frenesí; pero es como atadura y vertimiento de todo su espíritu en mi espíritu (…).
A juzgar por la poesía de Martí y los encendidos versos de amor que en toda ella se dejan leer, pasión sintió a lo largo de su relativamente corta vida por varias mujeres, entre las cuales, según la antes mencionada confesión, no se encontraba Carmen y probablemente no se encontró tampoco después del casamiento. Semejantes palabras a las escritas a Mercado sobre el particular parece haber confesado el Apóstol a una amiga muy íntima, la actriz Eloísa Agüero, con quien vivió un romance tempestuoso antes de desposar a Carmen, según consta en breve carta de Eloísa enviada a Martí y reproducida por Luis García Pascual en su hermoso y utilísimo libro Destinatario José Martí.
Sin duda de naturaleza bien diferente fue la volcánica pasión que le inspiró la jovencísima María García Granados, diez años menor que él cuando se conocieron (ella tenía solo quince), y a quien sin ninguna duda Martí cortejó cuando ya estaba comprometido con Carmen, pues existen documentos que así lo prueban. María lo amó con un amor sin límites, pero Martí, con hidalga honestidad, no le ocultó su compromiso con Carmen. Así lo prueba una carta que La Niña envió a su enamorado cuando él regresó casado a Guatemala. En dicha nota, María se queja a Martí porque él no ha ido a visitarla, y le aclara que ningún rencor le guarda por ese matrimonio, pues él siempre se lo había hecho saber con entera sinceridad. Aunque La Niña ya se encontraba enferma del mal que la llevó a la tumba, Martí no la visitó.
Como puede apreciarse por otras piezas epistolares y por diversas biografías del Apóstol, entre ellas la de Jorge Mañach, Martí inició su noviazgo con la que poco después llevaría al altar mientras se encontraba enzarzado en amoríos con las actrices mexicanas Concha Padilla y Eloísa Agüero, (Mercado, el amigo fiel, creyó ayudar a Martí a disipar su relación con Concha Padilla metiéndole por los ojos, al decir de Mañach, a la pobre Carmen. Y por si fuera poco, después de comprometerse con Carmen inició su idilio de un nunca definitivamente comprobado platonismo con La Niña de Guatemala. Carmen no era, pues, su única dueña. Y ella no debió vivir en dulce ignorancia de estos hechos, según revela en una de las primeras cartas de novia que escribió a Martí:
(…) Es muy cierto que desde que te vi te amé, desde el primer momento sentí nacer en mi corazón llama inextinguible del primer amor, pero también es cierto que desde que te conozco no he tenido un día de calma, pues los celos me mataban (…)
Seguramente tuvo el disgusto de verificar cuán acertada estuvo entonces al sentir esos celos, sobre todo cuando mucho después leyó el poema de Martí a la muerte de María, especialmente aquellos versos que rezan: Él volvió, volvió casado/ y ella se murió de amor.
De nada sirvió la blanqueada versión oficial que se ofreció de la muerte de María, según la cual la jovencita había contraído una pulmonía al bañarse de noche en un río. Guatemala entera sabía que era falsa. Y Carmen también.
Pero antes de comprometerse con Martí sí es bien posible que Carmen ignorara por completo los amores paralelos de su Pepe, pues le escribió entonces con una ingenuidad conmovedora:
Yo no tengo solo tu carta en el corazón, tengo tu imagen grabada en mi mente, tu voz y tus miradas me queman, pues te adoro con el delirio de un corazón puro!!! Ámame como yo te amo. Yo juro adorarte hasta la muerte. (…) A pesar de mi poca experiencia y edad tengo la desgracia de dudar de todo, pues he visto tantos corazones marchitos muy temprano por los desengaños. Tanto vi que tengo temores, mas cuando me dices que quizás, tal vez, me quieras firmemente, eso es terrible. Cuando entusiasta esperaba leer en tu carta frases amorosas solo encontré duda y frialdad. Te ruego seas más amoroso en otra. (El subrayado es mío).
Llama bastante la atención que una novia recién estrenada y capaz de expresar sentimientos tan vehementes para una buena damita virgen de la época, sintiera la necesidad de suplicar a su cortejante muestras más intensas de su afecto, su ternura, su amor. ¿Cómo debe entenderse que Martí le dijera a Carmen al principio de su idilio que quizás, tal vez, la querría firmemente? ¿Acaso no estaba entonces completamente seguro de amarla? Si así fue, entonces ¿por qué se comprometió con ella?
El propio destinatario se encargaría de explicar plenamente el enigma al escribir tiempo después, cuando ya el matrimonio era un completo fracaso:
Cuando me casé, más por amor que yo tuviera, por agradecimiento al que aparentemente me tenían, y por cierta obligación de caballero que excitaba mi imaginación, amable y puntillosa, sentí que iba a un sacrificio que acepté, en desconocimiento del verdadero amor, porque creí que alguna vez habría de llegar.
Un albor de amor tuve, después de conocer a mi mujer, allá en Guatemala, que sofoqué con mi creencia de que me debía a la mujer que me tenía dadas prendas anticipadas de su amor.
Este subrayado, por obvio y escabroso, no necesita ser comentado. Después de estas palabras ya no tiene sentido seguir preguntándose por qué Martí desposó a Carmen Zayas Bazán. Cualquier razón pudo existir, menos la de un amor verdadero.
Sin embargo, ese Martí que en retrospectiva confesaba haber desposado a Carmen solo por agradecimiento, es el mismo que escribió al padre de ella cuando iniciaba noviazgo con la hija:
(…) Me da usted mi mayor riqueza, y mi mejor gloria: me da usted a mi Carmen de mi vida (…) Yo, que a Carmen debo la resurrección de mis fuerzas (…) a Carmen me consagro ahora por completo.
Y más aún, es el mismo autor del hermoso poema Carmen, donde escribió estos versos:
Es tan bella mi Carmen, es tan bella/ Que si el cielo la atmósfera vacía/ Dejase de su luz, dice una estrella/ Que en el alma de Carmen la hallaría./ (…) Tiene este amor las lánguidas blancuras de un lirio de San Juan, y una insensata/ Potencia de creación, que en las alturas/ Mi fuerza mide y mi poder dilata,/ Robusto amor, en sus entrañas lleva/ El germen de la fuerza y el del fuego (…)
………………………………………..
¿Y CARMEN?
Carmen eligió libremente a Martí, sin que mediara ninguna de las acostumbradas presiones familiares propias de la época. Por el contrario, don Francisco, el padre, nunca vio con buenos ojos aquel enlace, pues era cercano colaborador de España y dudosamente debió sentirse satisfecho de entregar su hija al joven que, aunque de genio y de talento, ya se veía despuntar como futuro adalid de la independencia de Cuba.
Tras una breve luna de miel en Acapulco, la pareja se instala en Guatemala, donde permanecen hasta 1878. Los hechos demuestran que tras el matrimonio, Carmen renunció de buen grado a la vida de lujo, comodidades y relaciones sociales que le correspondía por su nacimiento, a cambio de seguir a Martí al exilio y la pobreza.
Y muy mal debió sentirse desde el principio de la convivencia, pues criada entre sedas no estaba habituada a sobresaltos ni pesares, y muchos tuvo junto a este esposo conspirador y perseguido. Ya desde Guatemala había visto cómo Martí, solidarizándose con el injusto despido de un amigo de la Universidad donde ambos trabajaban como profesores, presentaba su propia renuncia en señal de protesta, y cuando alguien le pidió que reparara en que su sueldo de maestro era lo único con que contaba para mantener a su esposa, él respondió con la vehemencia que ya entonces le caracterizaba: Renunciaré, aunque mi mujer y yo nos muramos de hambre.
De Guatemala el matrimonio regresa La Habana, donde el 22 de noviembre de ese mismo año nace en la parroquia de Monserrate su primer y único hijo con Carmen. Posteriormente la familia se instala en Guanabacoa, donde Martí, vinculado al Liceo, despliega activamente sus labores de conspirador. Carmen acepta calladamente el peligro. Acerca de ello narra Mañach en su libro Martí el Apóstol:
El 17 de septiembre (de 1879) Juan Gualberto (Gómez) almorzaba con Martí y su señora. Tocaron a la puerta. Pepe (anuncia Carmen), el señor que vino a verte antes. Martí pasó a la saleta. Un instante después apareció de nuevo muy tranquilo, llamó a su esposa al cuarto y habló con ella en voz baja. A Juan Gualberto, que saboreaba lentamente su tabaco entre sorbitos de café, le comunicó que se veía precisado a salir para un asunto urgente… Apenas lo hubo hecho, Carmen, desfallecida, gritó: “Se lo llevan, Juan; “¡se llevan preso a Pepe!”.
Debido a los sucesos vinculados al Liceo de Guanabacoa Martí es deportado a España el 25 de septiembre de 1879. Carmen le espera con el niño, quien cuenta entonces un año y un mes de vida.
Los esposos se reunieron en Nueva York el 28 de febrero de 1880, donde permanecen juntos una breve temporada, pero Carmen abandona a Martí y vuelve a La Habana con Pepito en octubre de ese año. A raíz de la primera separación del matrimonio, Carmen, quien se ha instalado en Puerto Príncipe con el niño, le escribe a Martí el 7 de enero de 1881:
He sabido que escribiste una carta a papá en la que le decías yo había venido porque no quería pasar pobreza a tu lado; mi contestación a eso está dada, todos saben que ya solo la ropa teníamos que empeñar para vivir y que tú no tenías donde trabajar.
Desde hoy espero tus órdenes para hacer cuanto me mandes. Créeme, Pepe, yo no quiero sino que olvidemos el pasado, es necesario estar unidos por nuestro hijo, no se le da vida a un ser para sacrificarlo, sino para sacrificarse por él.
Unos días después, el 13 del mismo mes, le escribe en otra misiva unos párrafos donde puede apreciarse claramente la vida difícil que encontró junto a los suyos, lo menos parecida posible a aquella que muchos errados intérpretes de la Historia siempre la han acusado de desear para sí:
(…) Viendo yo desde hacía tiempo por los insultos de mis hermanos que todo el motivo que tenían contra mí era que yo estaba en la casa sin deber, haciendo gastos, consulté a Azcárate sobre si podía pedir a papá, sin estar tú aquí, mi haber materno pues no tenía ni para zapatos del niño. (…)
Fui a hablar con papá, que ha cedido en todo lo que Barrios ha querido en contra mía, me dijo que me viniera a vivir con mis tías porque yo no tenía derecho a estar en casa: entonces le dije si no lo tengo sí lo tengo al haber materno pues no tengo con qué vivir y hace ya tres años que usted debió dármelo y nunca lo he molestado. Gritó, dijo que no tenía un medio, que acabara con su fortuna, que lo quemara todo, que nunca debí hablarle de esto, que me cogiera una casa; acepté y entonces retrocedió y me dijo que solo podía darme 40 pesos papel ¡para vivir y todas mis necesidades como rédito de mi haber materno! Vivo en la calle Mayor 16 comiendo escasamente con tal de salvarle la leche a mi hijo (…) El pueblo está escandalizado (…) Aquí no se habla de otra cosa (…) los escándalos que se han dado en casa hoy son origen de todas las conversaciones.
En carta que Manuela Zayas Bazán, hermana de Carmen, envía a Martí poco después, le cuenta que Carmen y el niño, que están viviendo con ella, han llegado de La Habana muy delgados. Y le cuenta que Carmen, de estar sin el calor del esposo, anda medio loca.
Carmen le habla al esposo en sus siguientes cartas de cuánto la atormenta un penoso padecimiento de la cintura del que no quiere darle demasiados detalles, pero que le resulta muy penoso e invalidante. Los médicos le han recomendado que no se apresure a viajar para reunirse con Martí, pues su estado de salud no le permitiría ir más allá de La Habana.
Un fragmento de una carta de la madre de Martí a su hijo escrita por esos días revela mejor que ningún otro documento la realidad de que Carmen Zayas Bazán aunque joven, era ya una mujer muy enferma:
Creo que no debes precipitar su regreso hasta que estés enteramente tranquilo y tengas trabajo seguro, pues ella no es para penalidades. Aquí raro era el día que no necesitaba médico, y gracias a que lo tenía con facilidad, porque el de los fosos es buena persona y venía al momento que lo llamaba, esto no es echarte en cara su naturaleza débil, pero sí decirte que no es mujer para penalidades ni para vivir con pocos recursos y creo harás bien en dejarla descansar algunos meses…
El 12 de septiembre del mismo año Carmen escribe a Martí desde Puerto Príncipe una carta que nos descubre de cuerpo entero a una mujer completamente desesperada y afligida:
He tenido a mi hijo atacado de una fiebre maligna que lo ha tenido privado de sentido días enteros (…) solo una cosa pedí a Dios, ¡que no solo él se fuera de esta vida, bastante falta le hace a mi alma el reposo de la eternidad” (…) Ojalá que allí (Venezuela) halles lo que buscas, pero óyelo bien: nada estable conseguirás Te estás matando por un ideal fantástico y estás descuidando sagrados deberes (…) Nunca se manchó ningún hombre por volver a su tierra esclava ante la necesidad urgentísima de vestir y dar de comer a su mujer y a su hijo, saber con qué curar sus enfermedades y enterrarlos si se mueren.
En la medida en que los quehaceres y obligaciones del revolucionario van acumulándose sobre Martí disminuye la frecuencia con que este se comunica con su familia en Cuba. El Apóstol se queja a Carmen porque no recibe noticias de Pepito, a lo que ella responde:
No tienes más noticias del niño porque no me parece natural que dejes meses enteros sin escribir.
Pero no son Carmen y Pepito, el Ismaelillo, los únicos afectos pospuestos por Martí en aras de una entrega total a la absorbente causa que ha elegido. El 19 de agosto de 1881 doña Leonor, su madre, también le envía quejas amargas por la falta de noticias en que la tiene el hijo tan amado:
Yo no sé que pensar ya de ti ni de tu sano juicio, ya no sé qué palabras emplear para hacerte comprender cuanto me haces sufrir con tu abandono para escribirnos (…) no te cuidas de si vivimos o morimos en meses enteros, no contestas a ninguna carta por más que te lo suplique (…).La pluma se me cae de la mano, no sé ni lo que te escribo, ni si esta tendrá la misma suerte de las anteriores, así es que acabo aquí rogándote que si la lees no sea con la misma indiferencia como las demás (…) pues por trabajosa que sea tu vida no puede faltar un momento para evitar esta angustia en que haces vivir, o mejor dicho, morir a tu madre.
De lo que se deduce por las cartas de ella, los esposos habían discutido mucho sobre su falta de entendimiento: él se quejaba de que Carmen no comprendía su deber para con Cuba, y ella de que él no atendía sus requerimientos de madre y de mujer. Se intercambiaban con suma frecuencia mutuos y acerbos reproches, como puede verse por un fragmento de la siguiente epístola de Carmen a Martí fechada el 21 de enero de 1882:
Solo te diré que una vez que acepté esta pobreza tuya y fui conforme con los riesgos que traía consigo, y Guatemala es testigo de lo que en ella sufrí, contenta de lo que después vino no lo he sido jamás, porque creo, sin duda equivocada a tu juicio, que no era hora de sacrificios ni frutos, ni justo ante ninguna conciencia prescindir de deberes que no podían cumplirse al mismo tiempo que ese otro ideal tuyo.
En diciembre de 1882 Carmen regresa a Nueva York a reunirse una vez más con Martí y permanece a su lado hasta marzo de 1885, fecha en que vuelve a separarse el matrimonio.
El 13 de mayo de 1886 ya el distanciamiento entre los esposos es tan grande que Martí responde duramente a una petición de dinero para el niño que le hace Carmen desde Puerto Príncipe. Ella, herida en lo más vivo de su dignidad, riposta:
Ante todo deseo desde el mes que viene no recibir mesada ninguna. (…) cuando me casé con usted hasta de mis más pequeños gustos prescindí, y anulé de tal manera mi personalidad que cualquiera hubiera sospechado no era yo capaz de un pensamiento propio; lo que hice al principio con placer, llena del amor inmenso que le tenía, mi abnegación de madre me dio fuerzas para llevarlo a cabo después (yo solo busqué en el matrimonio la felicidad en un hogar modesto que según mi pensamiento debía haber bastado siempre a usted, como sin duda me bastó a mí, no es natural que cuando usted cambió tan presto y me abandonó a mis lágrimas y me dio una muerte civil espantosa dejándome sin posición fija en la sociedad, quisiera yo para consuelo en una desventura tan grande poder gastar unos cuantos pesos que recibirlos en esta extraña situación cuesta violencia suma. O usted nunca ha sabido quién soy u obra con mala fe manifiesta suponiéndome mezquindades que cuesta rubor hablar de ellas. No sé si es por mi padre o por mí que dice usted debía avergonzarnos admitir lo que usted envía con esfuerzo (…) ninguna ilusión me ha hecho lo que usted gane, pues aunque fueran miles de pesos, yo no recibiría nunca dinero de un hombre que no es mi esposo sino por el lazo de mi hijo (…) sería mengua que yo aceptase su trabajo ofrecido a un lazo indisoluble por punto de honor y no por cariño: si he aceptado ha sido en nombre de mi hijo. Para nada necesito ese su horrendo sacrificio de vida que me ofrece ni que se juzgue usted esclavo mío: desde que supe que su alma no entendía la mía no me creo en el derecho de pedir nada y muy ofuscado debe andar su espíritu cuando me ha escrito esto. (… )quise venir, pues eran muchos los tormentos que en un país extraño sin amigos sin conocer el idioma y enferma sufría, a más de los que usted de diario me preparaba. (…) Puede usted siempre tenerme no respeto, pues de usted más que de nadie merezco admiración. De mi hijo esté tranquilo, en mi alma no caben miserias lo enseñaré a que lo ame siempre.
Y finalmente, en carta del 30 de abril de 1887 enviada por Carmen a Martí desde Puerto Príncipe, donde sigue viviendo expulsada de la casa paterna y sin abrigo financiero alguno, ella se le queja del olvido en que la tiene y le describe en términos verdaderamente desgarradores la miserable vida que lleva con Pepito en casa ajena, y el infierno en la Tierra que tales condiciones significaban para una mujer sola y enferma a cargo de un niño frágil:
Al fin recibimos carta, fue tanto lo que padecí en espera de ella que cuando vino a mis manos no pudo quitarme las muchas tristezas que tenía en el alma. Solo te diré que en los últimos diez días perdí doce libras, de modo que todo lo que adelanto a fuerza de cuidados lo pierdo por un olvido que no tiene nombre tratándose de una situación como esta., pues desde enero no preguntas por el niño. (…) El retrato (del niño) irá pronto solo uno solo se sacará para ti porque no puedo más. (…) Cheché nos hace vivir tan afligidos que ni puertas ni ventanas se abren, Siempre imagina que la insultan y es tanta su desventura que a veces dice que son sus propias manos quienes le dicen cosas y se las quiere arrancar arrancándose la piel hasta que le corre sangre, y día y noche corre por la casa gritando espantosamente; es un espectáculo verdaderamente desgarrador; a veces los cuchillos los palos cualquier cosa coge y se la arroja a uno encima, a nuestro hijo le ha tirado mucho aunque cuando se calma lo besa, pero desgraciadamente sus horas de calma van desapareciendo por completo. Los médicos me aconsejan que haga huir a mi hijo de este espectáculo (…) las niñas de Amalia no vienen por nada. Nada te puede pintar nuestra vida con este espectáculo que no tiene igual.
Tras una separación que esta vez dura seis largos años, aún vuelve Carmen a reunirse con Martí en Nueva York el 30 de junio de 1891, y permanece dos meses a su lado, hasta que de repente, sin explicación ni aviso, vuelve a abandonarlo, presentándose con Pepito en casa de Enrique Trujillo, a quien suplica ayuda para regresar a Cuba. Trujillo, al principio, presenta resistencia llevado de la amistad que le une a Martí, pero es tanta la insistencia de Carmen, ella parece tan desesperada, tan atribulada, que al fin obtiene lo que pide y Trujillo la acompaña a solicitar amparo y protección al Consulado español. Presumiblemente la sombra de los amores de su marido con Carmen Miyares fue ya demasiada carga para su espíritu exhausto y desbordó la copa. Carmen regresa a Cuba con Pepito.
Esta última separación es definitiva: los esposos no volverán a unirse más, pues Martí se trasmuta en antorcha que intenta alimentar hasta sus últimas consecuencias el fuego de la guerra necesaria. Pero Carmen, ya desamada, sustituida por otra Carmen en el corazón de su esposo y olvidada para siempre, daría aún dos vivas muestras de que su amor por Martí seguía intacto, y que a pesar de todo ella continuaba considerándose su mujer legítima. Al conocer la noticia de la muerte del héroe en Dos Ríos, Carmen acude a las autoridades españolas y a través del periódico La lucha reclama vivamente los restos descompuestos, lo único que aún le pertenece del hombre a quien entregó su vida.
La Habana, el 23 de mayo de 1895:
Sr. Director de La Lucha. Muy señor mío:
Ya que aparece en ese periódico la solicitud de una conferencia que pretendí con el señor General Arderíus, acto que suponía esencialmente privado, ruego a usted publique también que lo que me proponía obtener de aquella autoridad, era que se nos facilitara, a mi hijo y a mí, el modo de conseguir el cadáver de mi marido, para hacerlo enterrar en el panteón de mi familia, y quedo a sus órdenes, s.s.q.b.s.m.,
Carmen Z. de Martí
Carmen, fiel a sí misma y a la palabra que un día diera a Martí, jamás intentó alejar a Pepito de su padre ni disminuir el afecto natural que el niño le tenía. Le enviaba siempre noticias sobre cómo iba creciendo, le contaba de sus gustos y aficiones, y aún cuando hacer fotos de daguerrotipo era penoso para su modestísimo peculio, llevaba al niño a un fotógrafo, sacaba UNA sola copia (no podía permitirse más) y la mandaba al padre ansioso para que este pudiera ver con sus propios ojos cuan hermoso y sano crecía su retoño. Y cuando tras la muerte de Martí, Pepito, entonces con solo dieciocho años de edad, se mostró deseoso de luchar por los mismos ideales paternos, ella, quien tanto aborrecía el exilio en Nueva York, accedió a regresar a esa ciudad donde tan infeliz había sido, para que su hijo pudiera enrolarse en la expedición de los generales Castillo Duany y Carlos Roloff.
Carmen aceptó pasar, por segunda vez en su triste vida, por las mismas penas y afanes que la independencia de Cuba le había deparado como esposa, a ella, en cuya vida y principios la política no había ocupado jamás un lugar más sagrado que el de su condición de madre.
Y mucho más aún debió sufrir esta vez, pues su hijo resultó un soldado valeroso que se destacó en la batalla de Tunas de Bayamo, donde al sustituir a un cañonero caído en combate, Pepito se hizo cargo del arma, cuyos estampidos lo privaron para siempre de la audición. Educado por su madre en el amor y la admiración al hombre que lo engendró, Pepito Martí terminó la guerra con los grados de Capitán del Ejército Libertador, y durante la República ocupó la Secretaría de la Guerra bajo el gobierno del General Mario García Menocal.
Pero si aún quedara quien dudare de la firmeza del amor de Carmen por José Martí, véasea aún la extraordinaria prueba del álbum de boda: tres años después de iniciada su viudez, exiliada aún en Nueva York, Carmen va en busca de Enrique José Varona para suplicarle que añada su firma a las muchas que integraban el cuaderno.
Y por si no bastara, cuando regresa a La Habana ocupada por las tropas norteamericanas falsamente solidarias con la independencia de la Isla, se dirige con el álbum a cuestas rumbo a la casona donde vive su postrer refugio el Generalísimo Máximo Gómez, última persona que sella con su rúbrica la historia fatal de aquel amor que no pudieron aguas copiosas extinguirlo ni arrastrarlo los ríos.
Su último testimonio de fidelidad a la memoria de su esposo consistió en reclamar de las hijas de Carmen Miyares, en su nombre y en el de Pepito, la papelería de Martí, cuya custodia entregó de inmediato a los Aróstegui.
Jamás contrajo un segundo matrimonio. A pesar de su fragilidad, Carmen Zayas Bazán logró vivir una larga existencia. Murió en El Vedado en 1928.
Creo que Carmen amó mucho a Martí, y que ella ha sido una figura mal interpretada y peor comprendida por quienes temían cualquier mácula que pudiera enturbiar la memoria del Maestro. De alguna manera había que explicar ante la Historia el fracaso matrimonial del hombre a quien no solo los cubanos, sino el mundo entero reconoce como un genio de la Libertad y un gigante literario: cargar sobre Carmen las culpas de esa tragedia de amor fue la solución que pareció a muchos la más apropiada.
Concuerdo plenamente con la opinión que Cintio Vitier expresa en su trabajo sobre el álbum de bodas, publicado en el volumen II, no. 4/98 de la revista Opus Habana, donde se refiere al naufragio de los amores de Carmen y Martí como la tragedia de una intimidad que nadie debe atreverse a juzgar. Pero pienso con toda sinceridad que en muy poco ayuda a la Verdad quien pretenda correr un velo sobre las contradicciones de los grandes hombres. No es el silencio, ni menos aún el ocultamiento, la postura que mejor ayudará a conocer y comprender a los gigantes de la Historia. ¿A quién prestaremos buen servicio si continuamos repitiendo en libros y publicaciones que Carmen Zayas Bazán abandonó a Martí por insensible y egoísta, o porque no tuvo la necesaria elevación de alma para comprenderlo, y le privó sin escrúpulo alguno del Ismaelillo tan amado?
Yo creo firmemente que si alguna culpa puede achacarse a Carmen Zayas Bazán, es la de no haber nacido con una estatura sobrehumana similar a la de José Martí; la culpa de no haber sido, a pesar de su dignidad, su pureza, su honestidad, su integridad y su paciencia, más que una mujer a escala meramente humana. Esta escala, según la cual hemos sido concebidos la inmensa mayoría de los habitantes del planeta en todas las épocas de la Historia, difícilmente logra trascender su propia naturaleza, la cual, sin ser necesariamente enana, tampoco es prometeica. ¿Y es que acaso elegimos el barro del que estamos hechos y al que al final habremos de volver?
No me parece justo que la historiografía siga considerando a la esposa de Martí como alguien que no se merecía al hombre a quien el destino le dio por compañero. Carmen Zayas Bazán fue una víctima de circunstancias personales e históricas para las cuales no había sido hecha y que la trascendieron y derrotaron. Mientras Martí fue el padre de una nación, ella se consagró a ser la madre de un niño. Su grandeza no consistió en haber seguido a Martí en sus actividades políticas y su lucha por la independencia de Cuba, como sí lo hizo Carmen Miyares, sino en continuar amándolo más allá de la muerte, a pesar de no haber podido comprenderlo y de saberse desamada y vencida como mujer, esposa y madre.
Yo pienso como la misma Carmen escribió a Martí: que de él más que de nadie ella merecía no solo respeto, sino admiración. Y más aún: estoy segura que de nosotros, los cubanos, también los merece.

Acerca de Gina Picart

Soy escritora, periodista especializada en La Habana de la colonia y la república, investigadora, crítica de arte, guionista de cine, radio y televisión, pero este blog se propone combatir el maltrato animal y procurar en Cuba su castigo más severo y radical
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41 respuestas a ¿AMÓ CARMEN A JOSÉ MARTÍ? En defensa de Carmen Zayas Bazán

  1. Jorge L de la Paz dijo:

    Concuerdo plenamente con su opinión y hace justicia a una madre sencilla que amó a un hombre genial.
    Con relación a la fecha de nacimiento de Carmen Zayas-Bazán, le sugiero indague más, puesto otras fuentes lo ubican el 29 de Mayo de 1853, o sea, que Martí solo era 4 meses mayor que Carmen.

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  2. miguel angel chevez bazan dijo:

    Sra:buenos dias la felicito es ud toda una dama no haga caso a cosas sin sentido felicidades besos desde Ecuador me despido soy Miguel Angel Chevez Bazan mi abuelo materno se llamaba Sixto Bazan Litardo.me platico que tenia familia en España y un tio se llamaba Pedro Bazan papa del futbolista

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  3. Mª Josefa dijo:

    Me ha encantado leer esto, está muy bien escrito. Si los hechos comentados son reales, pienso que sí debió admirar a su esposa, no solo la respetaría. El ser humano es muy complejo y las motivaciones profundas de su comportamiento solo las conoce realmente uno mismo, no deben ser los demás quienes lo juzguen y menos desconociendo el trasfondo de las circunstancias concretas que impone la realidad. Que ella lo amó hasta el final, es evidente. También creo que él la quiso a su manera. Lo desconozco todo sobre este personaje, ahora empiezo a adentrarme en su figura, pero yo diría que tenía en alta consideración a la mujer, que era fuente de su inspiración. Seguramente la cotidianidad no estaba hecha para él o bien antepuso unos ideales sacrificando su vida personal. Ante todo, pienso que no debemos juzgar negativamente a quien fue su mujer sino más bien todo lo contrario.

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  4. Cecilia dijo:

    Maravilloso artículo00. Gracias, Gina.

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  5. ena curnow dijo:

    Es un estudio analitico y profundo. Ademas de respetuoso y riguroso. Gracias por aportar tanto a la historiografia femenina. Me gustaria contactar con usted a traves de correo electronico. El mio es enacurnow3775@comcast.net.

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  6. Marlene Vázquez Pérez dijo:

    Gracias, Gina, acabo de leer tu artículo sobre Carmen y me parece muy justo. Tengo algo escrito al respecto, pues me interesan las cartas de despedida de Martí a su madre y a su hijo. Si Pepito fue un hombre honorable en medio de la podredumbre republicana se debió sin duda a la educación y a los valores que ella le inculcó. Soy investigadora del Centro de Estudios Martianos y mi ensayo saldrá en el Anuario nuestro de 2012. Si te interesa te lo puedo enviar. Saludos, Marlene

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    • ginapicart dijo:

      Carmen, su mensaje me ha dado alegría. Entre todos mis escritos, los que he dedicado a Martí son los que aprecio más, los que he sentido más profundamente. Cuando comencé a estudiar a Martí descubrí con un asombro tremendo un gemelo en temperamento, pemnsamiento y espiritualidad, y desde entonces me siento menos sola, se atenuó mi constante sensación de aislamiento y rareza… Quiero leer lo que usted ha escrito. Admiro a Carmen, y creo sinceramente que ella es la única falla que se permitió Martí, tan celoso siempre de la impecabilidad… Pero estoy convencida de que el territorio de lo femenino está rodeado por vallas inexpugnables. El caballero podrá rescatar el cuerpo de la dama y levárselo a la corte a lomos de su corcel, pero es el dragón quien posee su espíritu inexorablemente, y jamás lo cederá. Tengo otros artículos sobre Martí: uno sobre su muerte, otro sobre los Versos Libres, otro sobre La Bailarina Española y otro, creo, sobre sus padecimientos de salud. Todos están en este blog y alguna vez he pensado publicarlos en forma de libro. Me gustaría rendir ese homenaje. Mi correo personal es gpicart@enet.cu y me agradaría que usted me siguiera escribiendo. Mis saludos.

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  7. ena curnow dijo:

    Gina, es sensacional tu articulo, o mas bien tu ensayo. No se si piensas compilar todos tus escritos sobre el tema, creo que este es el segundo. No cabe duda del rigor con que has tratado estas relaciones tumultuosas. Y excelente tu valoracion sobre la personalidad de Carmen. No se que mas decirte. Los comentarios no alcanzan. El idioma es tan simple.

    Tu fiel lectora,

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    • ginapicart dijo:

      Sí, Ena, he tenido alguna vez la idea de publicar mis estudios sobre Martí en un pequeño libro, pero no me he decidido porque mi visión de su personalidad y su pensamiento difiere de la figura oficial de Martí, y me ha parecido que esa publicación podría ser una empresa difícil…

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  8. Juan Bruno Zayas de la Portilla dijo:

    Votos de gratitud le debo en nombre de toda la familia Zayas-Bazán. Usted sí ha sabido ponerles las peras al cuarto.

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    • ginapicart dijo:

      No conocía ese dato sobre su muerte. Ella fue una mujer muy digna. La mala actuació de Martí como esposo, probablemente la única faceta de su vida personal donde no estuvo a la altura, no puede seguir gravitando sobre Carmen como la sombra de una culpa. Ella fue una víctima del amor de Martí por Cuba, probablemente la única víctima. Muchas gracias.

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  9. Claudio I. Remírez dijo:

    Disfruté mucho su artículo. Admiro su respeto y visión sobre el legado del Apóstol y su ejemplo ante nuestra juventud. Aprecio esa protección de ambos factores que usted asume como su responsabilidad de historiadora martiana. No obstante, el tema es parte de la realidad de la vida de Martí y debe usted dejarlo como constancia de la historia para aquellos que deseen ampliar sus estudios martianos más allá de la enseñanza secundaria.

    En USA, donde resido, existe la tendencia, o está de moda, revelar todos los aspectos de las vidas privadas de sus próceres a todos los niveles educativos aunque neutralice la labor patriótica y literaria de los mismos, sobretodo ante una juventud que necesita madurar con el buen ejemplo y civismo de esos patriotas. Eliminan, o hacen inefectiva, esa labor que de lo contrario impactaría el idealismo y el optimismo que deben influenciar la formación de futuros ciudadanos. Los que tuvimos la buena dicha de ser educados de esa manera podemos enterarnos de otros detalles a posteriori sin que afecten nuestro modo de pensar.

    Hemos sido inspirados desde niños por los Versos Sencillos de Martí. Salí de Cuba de quince años, hace más de cincuenta años. Hasta hoy, dichos versos que aprendimos desde que empezamos a hablar, influyen en el modo de pensar de uno. Son parte de nuestra dignidad.

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    • ginapicart dijo:

      Claudio, Martí es mi héroe personal, pero él tiene el derecho de no ser deificado, y nosotros tenemos el derecho de conocer el hombre que fue, no la imagen deificada que ha sustituido al ser humano. Son mecanismos de l Historia y todos los hombres que han llevado a cabo tareas sobrehumanas están expuestos a esos mecanismos, pero yo prefiero un Martí vivo, auténtico, que un busto que no me dice nada. Gran patriota y mal esposo, porque el suyo fue un matrimonio sin amor. Eso no lo invalida para ser el Maestro que siempre seguirá siendo para la humanidad, no solo para los cubanos. La perfección no existe, aunque Martí haya sido el mejor de nosotros. Agradezco su tacto exquisito y sus opiniones favorables.

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      • Claudio Remírez dijo:

        Gina, le agradezco su respuesta. Estamos en total acuerdo. Mi comentario proviene del lado educativo a nivel de primaria, quizá de secundaria, por razones obvias. Me imagino que quizá usted comparta esa inquietud. Uno lo ve como padre.

        Le confieso que no recuerdo cuando fue que escuché por primera vez otras referencias críticas de Martí. La única que recuerdo es que le llamaban «Ginebrita». Lo consideré como un insulto y jamás, y en nada, afectó mi admiración por el Apóstol. Mi padre me inculcó desde niño a amar a Martí, al igual que aprendí durante mi educación en el colegio en Cuba.

        De manera que no se sabe cuando esas realidades biográficas de nuestros héroes afecten las mentes juveniles.

        La felicito por su labor. Dicho sea de paso, que para mí es un placer poder comunicarme con una compatriota en Cuba sin tener que discutir diferencias políticas, sobretodo cuando se trata de nuestra historia y patrimonio. Llevo en este país más de cincuenta años. Sigo siendo tan cubano como lo era cuando me fuí de pepillo. Son cosas que no cambian, afortunadamnte para uno.

        Reciba mi más cordial saludo.

        Claudio

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      • ginapicart dijo:

        Gracias por escribirme, Claudio. Quedamos en contacto.

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  10. Juan Bruno Zayas de la Portilla dijo:

    MARÍA DEL “CARMEN” DE ZAYAS-BAZÁN E HIDALGO.
    Nacida en Puerto Príncipe el 29 de mayo de 1853. Bautizada en la parroquia La Soledad el 25 de julio (libro 24, fo. 173v., nº 645). Murió “de arteriosclerosis” en La Habana el 15 de enero de 1928 (Sagrado Corazón de Jesús de El Vedado y Carmelo, libro 34, fo. 113, nº 225). Sus restos fueron trasladados de La Habana a Camagüey el 30 de junio de 1951, el mismo día que los restos de MARTÍ eran trasladados al nuevo mausoleo que ahora los alberga.

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  11. Gina, excelente tu artículo. Preparé en el 2006 un artículo sobre Carmen Zayas-Bazán y que leí en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami el 25 de enero de ese año. Se titula Carmen Zayas-bazán: una vida trágica. Tiene información que no aparece en el tuyo. Si deseas leerlo, puedes is a mi página web http://www.eduardozayas-bazan.com
    Cordialmente,
    Eduardo Zayas-Bazán
    ezbazan@aol.com

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    • ginapicart dijo:

      Algunas personas han reproducido textos míos por ahí y jamás les he preguntado por qué. Sé que cuando pongo el punto final el texto deja de pertenecerme. Pero en esta ocasión confieso mi desconcierto, pues no logro percibir cómo encaja mi artículo sobre Martí y Carmen Zayas Bazán en un blog con el perfil de El Adversario Cubano. He perdido la cuenta de los años que llevamos sin vernos…

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    • Saludos Gina, el perfil del Adversario es bien amplio y nunca sobra algo sobre Martí, mucho menos un excelente trabajo como el tuyo, es cierto que hace mucho no nos vemos, para mi mal, porque admiro tu obra y tu persona, si rebloguear, práctica usual entre blogueros de todo el mundo, te casusó el más mínimo malestar, ten la seguridad de que a pesar de que tu texto enriquece mi blog lo retiro sin ningún problema, te reitero como siempre mi cariño
      Raúl Capote

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      • ginapicart dijo:

        Hola, Raúl. No, para nada me molesta que me reblogueen, solo que me pregunté qué utilidad podría tener ese trabajo en un blog cuyo perfil está tan claramente definido. Gracias por tu generosa opinión sobre el artículo. De todos los que he escrito sobre Martí mi preferido es el de la bailarina española. Gracias por el gesto.

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  12. julian dijo:

    a fuer de decir verdad, marti nunca la amó, y la dejó tirada,.como usó y dejó tirada a tsntas otras mujeres en.su.vida. y por favor, dejemos de hipocresias, marti fue tremendo mujeriego

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    • ginapicart dijo:

      No me gusta cuestionar el derecho de todo ser humano a tener criterios y opiniones propios, así que no tome usted lo que le voy a decir como un intento de ponerle un zipper en sus labios, porque no es esa mi intención. En primer lugar, espero siempre que quienes intervienen en mi blog muestren un estandard de respeto hacia los temas que yo trato y no me gustan los abordajes sin elegancia. Espero que usted, don Julián (un seudónimo, ¿verdad?), sea lo suficientemente caballeroso como para tener en cuenta este deseo mío la próxima vez que vuelva a escribir aquí. Soy democrática y le publico su comentario sin siquiera editárselo,porque ya le he dicho que creo en la libertad de expresión ajena, pero también creo en la mía, así que ahora usted tendrá que escuchar que me parece muy superficial su juicio sobre Martí y sus asuntos amorosos. En primer lugar, un hombre como José Martí, con una sensibilidad como la suya y un intelecto genial, no debió encontrar en cada mujer la mujer ideal de su vida, que fuera a la vez musa, hembra y compañera, y el otro lado de la cuestión es que, aunque carente de ciertos atractivos masculinos arquetípicos como una elevada estatura o una musculatura espectacular, Martí, por todas sus muchas otras cualidades, encaja en el arquetipo perfecto del hombre ideal con que sueña toda mujer que tenga un poco de sensibilidad y gustos refinados. Si impresionó a muchas mujeres, y si buscó largamente un alma gemela, no es asunto serio de debate, al menos de un debate que tenga intenciones de ser un estudio profundo y sincero de la personalidad del Apóstol. Le exijo, además, el mayor respeto para la señora Zayas-Bazán, que ni fue usada ni tirada ni nada de lo que usted tan feamente afirma. Su comentario, don Julián (su seudónimo, claro, y jamás piense que soy idiota), me sabe a mero cotilleo insustancial y malintencionado, amén de otros calificativos que por el momento prefiero omitir, y lamento profundamente que un artículo para el que investigué con tanto amor y responsabilidad pueda ser leído e interpretado desde un ángulo de percepción que… en fin, me parece mezquino y vil. Soy una martiana convencida, más que muchos que practican el deporte nada ingenuo de mostrar veneración desde la alabanza palinódica, y por eso le ruego encarecidamente que no vuelva usted a enviarme ningún comentario ni sobre Martí ni sobre nada que yo publique en este, mi blog, a menos que sea capaz de expresarse con respeto y con inteligencia. Si reincide en su censurable actitud, me sentiré en la obligación de pasar por encima de mis propios principios y vetaré su comentario. Le aseguro que estoy haciendo un esfuerzo supremo para no decirle todo lo que pienso de usted.

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  13. Aldonza Lorenzo dijo:

    Hola.Esta magnifica esta historia de la vida de Marti y Carmen Zayas.Creo que no todos los hombres y mujeres se casan con los mismos ideales, deseos e ideales.Desde que comence la lectura,entendi que ninguno de los dos eran uno para el otro.Ella necesitaba otro tipo de pwrsonalidad,y el,necesitaba mujeres que lo alentaran sin pedirle nada a cambio.A veces el amor,no suple todas las necesidades segun el temperamento.Ella fue una buena mujer,y Marti vivio para sus anhelos.He penado por los dos con esta historia.Admiro enormemente Marti. ALDONZA.

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  14. Delio G. Orozco González dijo:

    Gina:

    Estas breves líneas para congratularla por su artículo y decirle que, con signos y señas, he decidido incluirlo en la «Enciclopedia Martiana» que aquí en Manzanillo -recio segmento de la Cuba profunda-, construimos como un esfuerzo más en la obra necesaria de llevar a cuantos podamos, en Cuba y fuera de ella, la vida y obra del más útil, universal, trascendente y querido de los cubanos: José Martí.

    Con toda consideración,

    Delio G. Orozco González.
    Historiador.
    Manzanillo de Cuba.

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    • ginapicart dijo:

      Delio, me honra usted con sus palabras, porque no soy historiadora, sino alguien que ama la Historia con pasión. Use mi artículo como desee. Es un trabajo que ha recibido muchas muestras de buena recepción por parte de los lectores. Familiares de Carmen Zayas Bazán me han enviado su agradecimiento por la defensa que hago de ella. Pero no es defensa, es justicia.

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  15. Marianela dijo:

    Encantada de conocer artículo brillante y una autora, a todas luces, conocedora y sencilla ¡Qué maravilla!

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  16. Rosa Elisa PIchardo González dijo:

    Casualmente llegue aquí por una página de facebook; Al leer la historia de la canción de «La niña de Guatemala», y que muchas veces he escuchado . Me interesé en conocer la biografía de José Martí…etc. Pero sobre todo me llamo la manera tan particular como usted escribe este ensayo, con una pasión y dedicación. Sentí las palabras de la madre de Martí, así como las de Carmen, que gran amor y nostalgia derrochaba al suplicarle (no cabe duda que al lado de un gran hombre, hay una gran mujer). Que manera tan particular de narrar y lo mejor es dar a conocer parte de la vida de este gran ilustre personaje. Mil gracias y felicidades!!! Saludos desde Zacatlán, Puebla. México

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    • ginapicart dijo:

      Le agradezco mucho sus palabras de apoyo. El tema de Martí me apasiona, pero desgraciadamente no he podido dedicarle el tiempo que se necesita para enfocarse en eso. Quisiera tener la fuerza suficiente para escribir sobre este hombre que vivía lleno de contradiciones pero actuaba como si no tuviera ninguna. Martí es un enigma nfinito que no está al alcance de nadie, me temo.

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  17. Oscar Samayoa dijo:

    Del 2 de enero al 24 de febrero de 1877 estuvo de incógnito en La Habana como Julián Pérez. Al llegar a Guatemala trabaja en la Escuela Normal Central como catedrático de Literatura y de Historia de la Filosofía. Retorna a México, para contraer matrimonio con Carmen el 20 de diciembre de 1877. Regresa a Guatemala a inicios de 1878.

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  18. JORGE PEREZ dijo:

    gina, maravilloso tu articulo,lo reproducire y lo disfrutare releyendolo en papel,en defensa del marti mujeriego como lo fue,dire que unas personas aman solo una vez y otras aman mucho y muy intenso y esa fue la dicha del apostol,Lastima que haya hecho sufrir tanto a esa buena mujer que fue la Carmen,pero nada es perfecto,todos llevamos alguna culpa mordiendonos

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